Literatura & Psicología

5.4.20

Que nadie me arrebate mi melancolía


En las últimas dos semanas he pasado, diariamente, por toda la gama de emociones, desde la paz mental, la alegría y la esperanza hasta el enojo y la angustia, y de regreso. Pero no niego ninguno de mis estados, necesito sentirlos, no identificarme con ellos ni dejar que me desboquen, pero sí sentirlos, pues este contacto con mi parte emocional sin juzgarme es lo que me permitirá fluir de nuevo en la vida y no quedarme bloqueada.

No quiero que nadie venga y me arrebate mi melancolía o mi miedo; no quiero que vengan los dictadores de la felicidad a alegrarme; lo que quiero es dialogar con todas y cada una de mis emociones; entenderlas e integrarlas en mi consciencia. Este miedo, por ejemplo, tiene un componente adaptativo; muchas veces en el pasado me expuse a un peligro porque no se me activaba el miedo a tiempo o, al contrario, se me activaba de manera desproporcionada en situaciones donde no había un riesgo real. Tuvo que pasar, pues, toda una vida para que mi cuerpo aprendiera a tener un miedo adaptativo, normal, congruente.

Ciertamente me gustaría vivir más tiempo, pero si no fuera así no me aterro: he sido feliz, me he dedicado a lo que más amo, he disfrutado de mi cuerpo y de los amaneceres; he encontrado amigos, amigas y amantes por los que ha valido la pena el paso por este mundo, he cumplido casi todas las cosas con las que soñé de niña, y he reído, ¡vaya que he reído! Pero no quisiera dejar a mis hijos desprotegidos, y no quisiera que les haga falta el pan en la mesa. Quiero que ellos tengan la misma oportunidad que tuve yo de crecer y realizar sus sueños, que se rebelen, que lleguen un día a la casa con una duda existencial y se refugien en mis brazos, en mis palabras; luego, que huyan de mí y corran hacia sí mismos, y regresen convertidos en adultos.

El panorama económico y social tiene muchas aristas ahora, ¿qué podemos ofrecerle al mundo en crisis las personas que nos dedicamos a las artes? Las que no somos médicos ni producimos alimentos. He pasado desde la sensación de completa inutilidad hasta la de absoluta fe en la escritura, y de regreso. No me siento culpable de perder a ratos la alegría, si algo he aprendido en la vida ha sido a dialogar con mis fracasos, a sentarme a tomar el té con mis fantasmas, a abrazar a la niña que por momentos vuelve a estar confundida dentro de mí. Esta es la naturaleza humana. Todos necesitamos arropar aquello que tiembla en nuestro interior, porque solo de ese abrazo que no niega la tristeza, ni el dolor puede resurgir la armonía.


1 comentario:

  1. "Fluir de nuevo en la vida". ¿Cuánto tiempo nos llevará? ¿Podremos hacerlo? Igual que tú, creo que sí. Aunque primero pasemos por toda una ruleta de emociones. Quizá sea eso lo que el universo está pidiendo de nosotros. Ir hacia adentro, a lo más profundo. Para que puedan crecer nuestras raíces y acaso sembrar nuevas flores.

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