Recuerdo que en una entrevista Neil Harbisson, un artista británico considerado oficialmente el primer cyborg del mundo, comentó que de acuerdo a su tercer ojo (un implante robótico que le traduce a sonido las ondas de los colores) sabía que todas las pieles humanas son gradaciones del naranja. No existe en realidad la piel blanca o la piel negra, todos tenemos simplemente diversas tonalidades del mismo color.
Las etiquetas están en nuestra mente.
El principio de la discriminación suele ser que el otro sea parte de una minoría; el homosexual, el indígena, el que profesa una religión distinta a la oficial, el que habla una lengua diferente, el que tiene gustos o ideas contrarias a las de las masas, etcétera.
Esta necesidad de "uniformar" y rechazar lo que es distinto no es un mero constructo social, sino que parte de un principio biológico: existe entre nuestras células un sistema autorregulatorio en el que, cuando una célula se "rebela", es decir, actúa de manera distinta a lo esperado según su ADN, ocurre un tipo de suicidio celular, en el que ella sola se autodestruye por el "bien de la comunidad", pero si la célula rebelde persiste en su "mal comportamiento" las defensas del cuerpo la atacan hasta matarla y evitar que se reproduzca. Por supuesto, este sistema permite que los organismos mantengan su estructura y vivan de acuerdo a su ciclo. A gran escala nuestra sociedad actúa de manera semejante porque, me atrevo a afirmarlo, socialmente estamos conformados a partir de instintos biológicos muy sofisticados que se retroalimentan y modifican a través del aprendizaje. No somos una barra de plastilina en la que a Watson le encantaría moldear delincuentes o ciudadanos ejemplares, ni somos bestias irracionales a merced de sus impulsos, sino un binomio genética-aprendizaje.
Gracias a esta amalgama la especie evoluciona. Las sociedades crecen. La inteligencia humana avanza (recuerden que yo soy una optimista). De cuando en cuando algunas células rebeldes dan el salto que permite, al fin, que esa estructura biológica se modifique. Si esto no ocurriera aún seríamos trilobites. Finalmente el cuerpo no puede frenar todas las mutaciones, todos los cambios, todas las rebeldías, solo de ese modo existe la diversidad y la evolución. A nivel social no es muy distinto, las leyes, las buenas costumbres, las tradiciones no pueden frenar todos los actos de rebeldía y oposición al sistema.
El rasgo más distintivo de una inteligencia en evolución es el juego y la experimentación; la mirada divergente, pues, lo singular. Cuando las elecciones de vida de las personas van de la mano con esta necesidad de experimentarse a sí mismos, pueden expresar rasgos contrarios a lo políticamente correcto. Porque todos tenemos una naturaleza individual que se va a confrontar con la otra, social.
Los esquemas no pueden ser eternos. La gente regida por dogmas, así como las células que tratan de impedir a cualquier costo todas las mutaciones (no solo las dañinas como el cáncer, sino todas), trata de impedir que el tejido social se configure de manera distinta a la establecida.
Si el rasgo más distintivo de una inteligencia en evolución es la disposición al cambio, el más distintivo de una inteligencia estancada es el hábito de repetir ciclos monótonos, siempre iguales, como las bacterias dando vueltas en un ciclo uniforme. Así me imagino la marcha "pro familia" que este sábado, 10 de septiembre, tendrá lugar en varias ciudades de nuestro país: como un montón de células adheridas a un organismo repitiendo ciclos en espiral.
Esto no es por defender las ideas de un mandatario, ni estoy diciendo que por ser distinto a la norma se es mejor persona o más evolucionado, nada de eso; esto es por defender el derecho de los seres humanos a elegir su vida, a su pareja, a su familia. Y por defender la necesidad de que se reestructuren los sistemas sociales para dar cabida a la diversidad y a la libertad de pensamiento.
¿Que no es agresión ni homofobia? Permítanme reírme, cualquier persona que haya estudiado un poco de psicología sabe que hay maneras tácitas de agredir disfrazadas de un discurso de amor. El pretexto bajo el cual tratan de impedir la legalización del matrimonio entre personas del mismo sexo es que no es "natural", ¿por qué no?, ¿porque ellos (los que van a marchar) ya eligieron y su elección es correcta según su tradición, su religión o sus códigos morales? No hay nada que seamos capaces de expresar con nuestro cuerpo y nuestras emociones que no tenga un punto de partida natural. También la agresión velada tras esta marcha, de hecho, es natural. No me escandalizo, pues, por ver a miles de personas repitiendo ciclos para impedir que el tejido social evolucione, pero es mi responsabilidad como ser consciente de esos ciclos hacerlo notar.
Sé que no tengo la verdad absoluta. El tema de la adopción, por ejemplo, ha sido de los más polémicos. Pero veo la balanza más inclinada hacia el prejuicio que hacia la reflexión. Adoptar siempre es un paso que requiere análisis porque la criatura que llegará a ese hogar ha sido desprendida de su cepa y, por lo tanto, demandará de su nueva familia un esfuerzo por comprender su naturaleza, por formar la empatía; esto va para cualquier pareja o persona que quiera adoptar, no solo para las familias diversas. Soy de quienes defienden la idea de que el desarrollo sano de un niño necesita equilibrio entre la imagen femenina y la masculina, pero ese equilibro se relaciona más con las capacidades para ejercer amor y educación de cada familia que del género de sus integrantes.
Aquí es donde entra esa sabiduría adquirida con el aprendizaje que ha de equilibrar nuestros impulsos para ir creando una civilización más organizada, libre, equitativa. Solo quiero decir que la etiqueta de "antinatural" no me parece válida para evitar los matrimonios entre personas del mismo sexo ni para censurar su capacidad de crianza.
No involucionemos, por favor, no hagamos prevalecer esquemas de pensamiento medievales. Unamos nuestra energía y tiempo para evolucionar como individuos y como miembros de una sociedad, a favor de la vida y del amor.
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