En diversas escuelas primarias mi hijo padeció discriminación por parte de otros niños, por pensar distinto a ellos. A los cinco años hizo una campaña contra el maltrato a las abejas porque sus compañeros de grupo jugaban a matarlas; siempre defendió a los niños más frágiles cuando otros con actitud bravucona les hacían bullying y se indignaba ante las injusticias dentro del salón de clases, pero no pocas veces otros chicos le dijeron "niño diablo" y "te vas a ir al Infierno", solo porque él no compartía sus creencias religiosas.
A veces mi hijo me decía,"me gusta el color rosa, pero si los niños de mi salón me vieran así me llamarían niñita, siempre se burlan de los niños que llevan cosas tiernas o rosas". Lo más grave, a mi punto de vista, no es que hicieran eso los chicos varones, sino que las mismas niñas usaban como insulto la palabra "niñita" cuando él no quería usar la violencia. Mujeres en formación usando su propio género como insulto.
Cuando mi hijo se ponía triste por esas agresiones le decía que no se enojara tanto con esos niños, que ellos en realidad no eran culpables, solo estaban repitiendo lo que habían visto hacer y decir a los adultos, y que posiblemente sus padres no les inducían a tener pensamientos propios. También le decía que el objetivo de toda religión debería ser vivir en armonía con los demás y dar amor, si no era así algo andaba mal.
Por experiencias como estas, hoy, a esos adultos que han enseñado a los niños a maltratar la vida irreflexivamente, a querer imponerse por la fuerza bruta antes que por la inteligencia, a burlarse de los varones que manifiestan ternura; que han enseñado a las niñas a menospreciar su propio sexo y que en general promueven la intolerancia hacia los que piensan distinto, yo, madre de familia librepensadora, les digo:
Estas sí son cosas que deberíamos censurar para siempre; cosas que ocurren en nuestra sociedad de manera velada y consentida. Deberíamos hacer un movimiento colectivo contra el machismo, contra la intolerancia, contra el maltrato infantil, contra los estereotipos nocivos que no dejan a los niños expresarse libremente. El verdadero núcleo de una familia es el amor. Hagamos un frente para defender el amor en todas sus formas. Dejemos de odiar de manera velada, dejemos de enseñarles a los niños a cargar con nuestros prejuicios y rencores. Enseñémosles con nuestro ejemplo a amar.
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