Publicado en La Razón. Tampico, Tamaulipas, viernes 27 de noviembre de 2015.
Todos
hemos oído ese viejo cliché de que un crítico es alguien frustrado en aquello
que critica; por ejemplo, si se enfoca a la literatura de seguro será porque no
pudo destacar como escritor. Y ahora he visto un símil en lo tocante a los
editores, personas que declaran abierta y públicamente que estar en tal oficio
implica reconocer que no se tiene talento para escribir, por eso el editor
(navegante frustrado) se dedica a vagar por los mares de la escritura buscando
descubrir al nuevo Kafka o una posmoderna Juana Inés de la Cruz para rescatarla
de las garras del convento.
Una rápida búsqueda
en Google con el rubro “críticos literarios mexicanos” me deja frente a un
panorama realmente desolado. Unos cuantos nombres saltan entre la ola del
ciberespacio, como Salvador Elizondo, Juan García Ponce, Marco Antonio Montes
de Oca (hasta aquí, todos fallecidos, por lo que el horizonte no se dibuja
menos solitario) y otros como Christopher Domínguez Michael (vivo, por fin). Claro, hay más nombres pero lo
intrigante, al menos para mí, es por qué hay tan poca difusión de este que
pareciera ser un género maldito y, en proporción a la cantidad de quienes nos
dedicamos a escribir, tan pocos que lo ejercen como oficio cotidiano.
Definitivamente, salvo tal vez algún
caso específico, la frustración no me parece el móvil de quienes desarrollan la
crítica (la verdadera, la que busca ser objetiva, la que destaca las singularidades
de la obra analizada). Actualmente a la escasez de críticos profesionales se
agrega la circunstancia de que Facebook y otras redes sociales le dan a una
multitud de usuarios el carácter de opinólogos, muchos de los cuales acaban
desvirtuando este delicado oficio. Además, tenemos esa tentadora trampa del
ego: la libertad de eliminar de nuestros contactos a los lectores que no gusten
de nuestra propuesta estética.
Respecto
a la otra versión del mismo cliché, el editor sin talento artístico, pues nada
me parece más alejado de la realidad, ya que aquí sí es bien conocido que muchos
escritores han ejercido la edición, a mi entender principalmente por dos
razones: porque somos bichos devoralibros, a menudo no sabemos hacer otra cosa,
así que editar textos termina siendo un complemento del placer que hallamos al
escribir; también porque puede ser una fuente de remuneración que nos permita
vivir y continuar escribiendo. Otras tantas razones me podrán argüir los
editores y estaré gustosa de escucharlas.
A mi
punto de vista, la crítica literaria y la edición son dos disciplinas que
requieren una mirada profunda y en constante evolución, tan necesarias en la
edificación de las Letras como necesarios son los instrumentos para pulir las
paredes de una casa.
Respecto al afán de opinar sin saber, Lazarsfeld le llamó Disfunción Narcotizante, yo le llamo onanismo opinativo.
ResponderEliminarGracias por tu aportación. Saludos.
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