Literatura & Psicología

5.3.15

El camino a casa



Publicado en La Razón. Viernes 27 de marzo de 2015.

Una de las escenas que más amo en El Quijote es cuando llega nuestro flagrante caballero a un punto de su recién iniciada travesía donde debe decidir el camino a tomar. Como no acaba por saber a dónde ir le suelta las riendas a su fiel Rocinante y el animal, tranquilamente, se vuelve en dirección a su casa. 

El caballo, como elemento que simboliza el instinto, manifiesta lo que todos nosotros íntimamente deseamos: estar en nuestro hogar. Si analizamos esta imagen, de manera profunda, nos daremos cuenta de que este “hogar” no necesariamente es el sitio donde estamos viviendo. De hecho, en bastantes ocasiones, el hogar, el lugar anhelado por la persona, tiene muy poco que ver con la casa o la ciudad (incluso la época) donde ha crecido. ¿No hemos tenido claros ejemplos de niños que parecían haber llegado a la familia “equivocada”?

Me refiero a que nuestros gustos, intereses y deseos más genuinos pueden, a veces, no corresponder con las expectativas de quienes nos rodean, o es posible que nuestro lugar preferido en el mundo se encuentre a una gran distancia del sitio donde se supone que debemos estar. Pero el instinto, nuestro Rocinante psíquico, siempre sabe a dónde ir, si un niño quiere música va a bailar, si quiere diseñar aparatos desatornillará sus juguetes, si quiere movimiento correrá y saltará todo el tiempo. 

Si los padres, los profesores y en general, los adultos que rodeamos al pequeño, somos lo suficientemente atentos y sensibles a sus inclinaciones, podremos irlo ayudando a encontrar poco a poco ese camino que lo llevará a su hogar, el cual puede ser un escenario, una ingeniería o una pista de maratón. Esos impulsos vistos a menudo como “destructivos” suelen ser, en realidad, indicadores de lo que un niño necesita “ser”.  Si nos ocupáramos en orientar positivamente esa energía en vez de restringirla, creyendo que un chico bien portado es el que obedece sin cuestionarnos, sería más probable que llegase a ser un adulto funcional. No sólo dentro del canon social, sino para sí mismo.

Uno de los desatinos que observo dentro de los programas educativos mexicanos es la poca o nula importancia que se les concede a las artes, la filosofía y la ciencia, disciplinas que pueden reforzar el autodescubrimiento. Ahora, las escuelas de tiempo completo aparentemente atienden algunos de estos aspectos, sin embargo, ¿qué tan capacitados (y emocionados, pues no creo que se pueda transmitir algo significativo si no hay una dosis de pasión) están los profesores para hacerlo?

Acúsenme de optimista, pero no dejaré de pensar que es posible que hallemos juntos el camino a casa.

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