Una está tentada a creer que nuestra civilizada sociedad contemporánea
ya no es tan coercitiva con las mujeres; la verdad es que la violencia
de género sigue a la orden del día, en formas que van desde la sutileza
hasta la mutilación. Decir que nos dejen pensar, sentir y danzar, no se
refiere a que alguien nos otorgue nuestro derecho a expresar
nuestra naturaleza profunda (este ya es inherente a nosotras), sino a
que se construya una sociedad funcional donde no se nos
margine, ni se nos nieguen oportunidades laborales, ni se nos
estereotipe por nuestra apariencia. La libertad no es algo estático,
debe reconquistarse.
Aún hay mujeres que son asesinadas por escribir poemas o violadas bajo el pretexto de que usaron ropa "provocativa", o a quienes despiden de su trabajo por estar embarazadas, todo esto constriñe el sentido de la identidad y orilla a muchas a dividirse, a desintegrarse, a llevar vidas infelices en pro de la "seguridad". Jung creía que en la medianía de la vida (por allí de los 35 años) corremos el riesgo de perder el alma, es decir, de aniquilar nuestro Yo, de olvidar quienes somos, pues hay muchos factores externos que distraen a la consciencia y nos pueden hacer desistir de convertirnos en lo que realmente anhelamos. Nuestra sociedad consumista y violenta nos expone a este extravío,a veces, a muy temprana edad o incluso, cuando ya creemos estar a salvo, en una edad madura.
Por eso necesitamos recordarnos a nosotras mismas quienes somos y tendernos puentes, unas a otras, para fortalecernos.
Imagen: Visibilizar / dismorfofobia, mvg.
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