Siempre
me ha gustado ver la Luna y, como mujer de puerto, he sido testigo de su poder
sobre las mareas. En los tiempos en que Homero escribió la Odisea el astro se
hallaba algo más cerca de la Tierra. Ya veo a los navegantes en sus frágiles
embarcaciones, ¡con razón imaginaban tantos monstruos marinos! Milenios después
la Luna no ha perdido su fuerza evocadora, su envestidura de numen que reina en
la oscuridad, que vuelve locos a los hombres y signa los periodos de las
mujeres. Celeste Alba Iris retoma su imagen, sus múltiples rostros, para hacer
confluir en el espejo su propia mirada y la de otras: Magali, Mireya, Magda,
Lupita, Ulalume… también las anónimas, las que han pasado como sombras por el
mundo y que, sin embargo, están aquí retratadas.
“Lunafaz” (ITCA, Col. Nuevo siglo, 2012) es
el título que enmarca cinco fases lunares que la pluma de Celeste recorre a
través del verso: creciente, llena, menguante, nueva, negra. Una constelación
de poemas nacidos mientras era, ella misma, portadora del milagro. Dice Gloria
Gómez Guzmán: “Como si fuera algo anormal ser un receptáculo para la vida, esta
mujer poeta atraviesa sus nueve lunares meses entre la culpa y el horror. Ve la
suerte de otras mujeres, su fertilidad indecisa. Cuestiona su derecho a traer
hijos a un mundo cuyo futuro está preñado de amenazas”.
Cuando, hace más de una década, Celeste asumió
por vez primera el don de la maternidad, doblemente fértil –en la palabra y en
el vientre– dio a luz una niña y un libro. Sensible, tras esta experiencia
reveladora, la mujer se recoge en el silencio: es su tiempo de criar hijas y
dejar que reposen las letras. Mira entonces por su ventana el transcurrir de un
universo al que ha de regresar años después con las manos cargadas de tinta.
“La
poeta nos muestra sus creaciones –apunta Yamilé Paz Paredes–, no como
estereotipos, sino en su complejidad inexplicable, en busca de sentido: la
preñada de vida, la estéril, la comadrona, la adicta, la que maldice a su madre
y al destino, la inconsciente, la que pare a su hijo en medio de la luz, la que
espera anhelante el cese del desove, la esposa del ministro, la prieta que se
chinga, la nana, la suicida, la muerta contundente”.
¿Qué encontraremos en este libro? Un
lenguaje tenso, líneas breves, historias desgajadas entre un poema y otro,
voces de mujeres atrapadas por el ojo de la poeta: ésta hallada en la sala de
expulsión, aquélla en una nota de prensa, alguna más deshilachando su tristeza
en la cocina, todas llevando en hombros el fardo de sus memorias:
Aquí
Eva sin paraíso
ladrándole
a los transeúntes
Huérfana
de viento
Ojerosa
de lunas
Atragantada
de palabras
–dardos
sin su blanco–
Puta
en su tinta sin remilgos
Aquí
Eva inédita virgen en reestreno
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