yo amé a un hombre
lo amé con la dulzura de
ciertas flores silvestres
de esas que crecen por la
orilla de los caminos
donde la inocencia
guarda todavía secretos a
los viajeros
y lo abracé
con mis alas enhiestas
de águila en desbandada
lo amé tanto de veras tanto
que un buen día me clavé
alfileres en los ojos
para ver lo que él veía
me agujereé los calcañales
para sentir el hervor de la
tierra y sus relámpagos
y vi que su palabra era fuego
y me volví arena en
sus brazos
y me dormí en el
vientre de una roca
al despertar
yo era una planta con
espinas
y el hombre que amaba tanto
mordía los brotes de
mis pies
convertido en perro
ese animal noble que nos
cuida pero también enloquece
demasiada luna llena dirán a
su favor
dos o tres magos excavadores
de ruinas
aquellos que han patentado
la demencia
y han escrito extensos
tratados
sobre las pasiones
mi raíz tenía ponzoña no voy
a negarlo
ahora que estoy de pie junto
a su cama
viéndole escupir esta babaza
blanca y tibia como la leche
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