Basta
una somera mirada a mi alrededor para encontrarme con un caso frecuente: mujeres
escritoras –o en vías de serlo– que dejan de lado las Letras cuando se convierten
en madres, que diez o veinte años después regresan a los escenarios culturosos
de su ciudad, ávidas por decir algo, o quienes simplemente parecen diluirse en
la corriente de los días. Esto no es privativo de la literatura, hay miles de
mujeres que dejan de ejercer su profesión, cualquiera que esta sea, por la
misma circunstancia, pero me atañe hablar, por supuesto, de quienes comparten
mi vena. Además, y a riesgo de parecer extravagante en estos tiempos
pragmáticos, sigo viendo la poesía más que como una profesión como un destino.
El arte es un oficio completamente
demandante, que abarca, no las ocho horas diarias de un trabajo normal, sino la
vida misma; tan exigente como un bebé que te despierta en las madrugadas para
que lo alimentes. Y en el caso de las Letras –específicamente la Poesía–,
pocas, muy pocas veces conduce a una remuneración. Entonces, las mujeres que
escriben se encuentran obligadas a escindirse entre la escritura, los hijos y
un trabajo que les dé para comer. Si la chica en cuestión tiene un marido
solvente no se ocupará de este último punto, aunque a menudo el papel de esposa
tampoco resulta compatible con el quehacer creativo (suelen ser más
inspiradores los amantes).
A lo largo de la historia ser mujer ha
sido, en sí, una circunstancia marginal; escribir desde el ángulo femenino, un
acto de rebeldía. Las Letras y los niños no parecen buenos compañeros.
Recordemos, por ejemplo, a George Sand, seudónimo de Amandine Aurore Lucile Dupin, novelista francesa que en pleno siglo XIX abandonó
a su marido tras nueve años de matrimonio; al cabo, dejó de lado sus deberes
maternales para integrarse a un grupo de artistas –como Balzac y Lizst–,
escribir a sus anchas y, de paso, coleccionar amantes.
O pensemos en sor Juana y –como bien dijera en su respuesta a sor Filotea de la Cruz– su nula inclinación hacia el matrimonio, por lo que no le quedó más remedio que meterse de monja.
O pensemos en sor Juana y
Desde el punto de vista bioquímico, la
hormona oxitocina –la misma que nos hace abrazar a nuestra pareja después de un
orgasmo– nos hace, a las mujeres recién paridas, no tener ojos más que para el
nuevo hijo. Leo en un blog una nota de Sonia M. Martin: “En mi vida de feminista y editora de revistas feministas,
jamás escuché o leí que una recién parida dejara a su bebé para escribir un
libro”.
La
imagen más drástica que se me viene a la mente, en tanto maternidad y letras,
es la de Sylvia Plath, con la cabeza metida en el horno mientras sus dos hijos
pequeños duermen en su camita, con dos jarras de leche a un lado.
Ejemplo de la mujer que asume el papel de
escritora y de madre, con la misma pasión y en situaciones extremas, es la
Costarricense Rima de Vallbona, quien tiene una vasta y multifacética obra. Más
nombres podrían citarse, no tantos como los de mujeres que eligen entre una u
otra cosa. Por mi parte, tengo un esposo, un hijo de cuatro años y a otro en el
vientre, y no recuerdo un solo día de mi vida en el que no haya sentido al
lenguaje moverse en mi cerebro como una bestia reptante, a ratos juguetona,
siempre dispuesta a saltar sobre la página.
Imágenes por orden de aparición: George Sand, sor Juana Inés de la Cruz, Sylvia Plath, Rima de Vallbona, Yo.
Me encantó!
ResponderEliminarMe identifiqué!
Me emocionó!
flor t.
Es bueno saber que hay sincronía, saludos, Flor.
EliminarUn placer llegar a tu blog, creo sinceramente que has expuesto una verdad en tus letras "sigo viendo la poesía más que como una profesión como un destino."
ResponderEliminarPuedo decir que carezco de preparación especifica para llamarme propiamente poeta (mis estudios profesionales son otros, cursados con responsabilidad y respeto) pero las letras están ahí todo el tiempo, haciendo de mi el medio para transformarse y mostrarse a los ojos de quienes deseen apreciarles en formas apiladas bellamente, libremente... amo hacer esto; algunos dicen q eso se llama poesía libre, yo digo que es una expresión que algunas veces se de donde nace y otras me asombra a mi misma. Estaré visitando tu espacio. Besos.