Acabo
de leer una publicación realizada en 2005 por la Organización de las Naciones
Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), “Leer y escribir la poesía”, “Las
recomendaciones de poetas notables, procedentes de diversos horizontes, sobre
la enseñanza de la poesía en establecimientos de nivel secundario”. Una
recopilación de las respuestas de 44 escritores –de 25 países– a cinco
preguntas.
La primera de estas preguntas dice: “¿Cómo
desearía usted que se presente a los
adolescentes la finalidad de la poesía?”. La mayoría de los entrevistados hace
gala de vastos conocimientos académicos y sesudas reflexiones acerca de cómo
cubrir este punto. Esta pregunta lleva implícita, ya, la idea, de que la poesía
tiene alguna finalidad, un objetivo definible, como el de cualquier asignatura
que se imparta en la escuela. Pero, ¿la Poesía tiene un fin? Apunto las dos
respuestas que más me gustaron, por su sencillez y claridad y, sobre todo,
porque siguen dejando espacio para el misterio y la diversidad de
posibilidades.
(AL-HAZMI
Mansour Bin Ibrahim, Arabia Saudita) “No comprendo la expresión ʻla
finalidad de la poesíaʼ. Puede que se deba a una imprecisión en la traducción
del texto original. Si se refiere a las metas y objetivos que el poeta trata de
alcanzar a través de sus poemas, en la época que vivimos éstos han variado con
respecto a lo que eran en otros tiempos. Quiero decir que ahora un solo texto
puede tener varias lecturas y en la época actual se ha convertido en una tarea difícil,
no sólo para los jóvenes, sino también para los adultos con una gran cultura.
Es indispensable, por lo tanto, continuar a enseñar la lectura de la poesía
moderna”.
(DADIÉ
Bernard, Côte-d’Ivoire) “La poesía no tiene finalidad alguna. Es la
libertad total. Es un lenguaje esencial, unidad de inspiración”.
Veo que las instituciones educativas han
comenzado a ponerle atención al arte poético, ¿será que pretendan, a futuro,
hacer de ésta una profesión completa, con un programa a seguir y una
metodología específica? Estamos en el tiempo de la especialización y de los
formalismos. Si para todo se necesita un título, ¿por qué no habría de ser
necesario un certificado de poeta? Este parece ser el rumbo que están tomando las
cosas.
A propósito de un ensayo que estoy
escribiendo sobre la poesía en el mundo contemporáneo, me di a la tarea de
hacer una breve encuesta entre algunos escritores. Una de las interrogantes
planteadas dice: “¿Cuál crees que sea el futuro de la poesía?” Edgar Valencia,
poeta Torreonense, radicado en Xalapa, apunta: “Ni idea. Creo que seguirá
existiendo, y los poemas también, aunque no proporcionalmente”. Arturo Castillo Alva, por su parte,
anota: “De la
poesía de los demás, no sé. De la mía, desaparecer”. Antonio
Constantino, de Torreón, Coahuila: “El futuro de la poesía está en
donde siempre, sobre los escritorios y partituras de los poetas, en ningún otro
lugar”.
¿Puede hablarse,
auténticamente, de un futuro para la poesía, o de un futuro para los poetas?
Termino con estas palabras de G. Vidal, que Arturo Castillo Alva me hizo
llegar: “En cuanto a ser recordado, me interesa muy poco la idea de la posteridad. Basta con pensar en los millares de años de literatura egipcia completamente perdidos. Qué sobrevive y qué no es
sencillamente una cuestión de azar, y no puede preverse. Lo único que me importa es lo que debo hacer cada mañana, y hacerlo. En eso estoy”.
Imagen del artista visual Orlando Arias. Fuente: http://ariasartevisual.blogspot.mx/
Imagen del artista visual Orlando Arias. Fuente: http://ariasartevisual.blogspot.mx/
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