“Cuenta
un viejo manuscrito benedictino que el Diablo, en cierto día, tuvo la idea de
fundar una Iglesia”, con estas líneas, el escritor brasileño Joaquim María
Machado de Assis inicia su magistral cuento “La Iglesia del Diablo”, una
narración en la que un profundo entendimiento de la naturaleza humana se
revela través de un refinado sentido de
la ironía.
He leído esta pieza literaria en el libro
Las academias de Siam y otros cuentos (Fondo de Cultura Económica, 2006), el
cual reúne otros cinco relatos donde la belleza y el sentido filosófico se
amalgaman para mostrarnos la visión del mundo de este autor del siglo XIX, cuya
obra no pierde actualidad. Conocido principalmente por una trilogía de novelas:
Don Casmurro, Quincas Borba y Memorias póstumas de Brás Cubas.
Nacido en Río de Janeiro en 1839 y muerto
en esta misma ciudad en 1908, Machado de Assis es considerado uno de los
fundadores de la literatura latinoamericana. Menciona Francisco Cervantes en el
lúcido ensayo que prologa esta edición: “Los cambios de ideas y las modas en
ropas e ideologías, poco lo sorprendieron en estos casi tres cuartos de siglo
[…] Hombre acostumbrado a observar detenidamente más allá de lo superficial,
pudo entender lo que de semejante o sencillamente igual, pero disimulado sólo
en la apariencia, hubo en todos esos cambios. De la monarquía liberal a un
liberalismo republicano, pero todopoderoso y fatuo, poca diferencia hubo, como
la realidad tampoco parece haberlo registrado.”
En el citado relato, el Diablo está
convencido de que toda acción “bondadosa” tiene franjas ocultas; así, cuando
Dios le pone como ejemplo de virtud a un anciano que, en un naufragio, le da su
tala de salvación a una pareja de recién casados y se hunde en la eternidad,
éste le refuta: “La misantropía puede tomar la apariencia de caridad; dejarles
la vida a los demás, para un misántropo, es realmente odiarlos”.
Felizmente el Diablo baja a la Tierra y
funda su Iglesia, con sus propias
normas, cánones y rituales. Como era de esperarse, en poco tiempo se convierte
en la religión más popular del mundo. El final inesperado y no carente de
sentido del humor harán las delicias de los lectores.
A lo largo del libro uno encontrará a un
joven que por “cuestión de vanidad” enciende la llama de la pasión en dos
mujeres bellas y virtuosas, a riesgo de destrozarles la vida, enfrentado a un
dilema moral que nos hace recordar a Kierkegaard, su ética o estética; a un amigo desleal y a una
adúltera que ponen el amor en manos de una cartomántica; a una pareja que
discute sobre la sexualidad del alma y que, a través de una magia sutil,
intercambia sus almas porque una, de temperamento bélico, ha encarnado en
cuerpo femenino y, la otra, de expresiones dulces, en cuerpo masculino.
Leer a Machado de Assis en el siglo XXI es
recordar que la naturaleza humana –sus vicios y virtudes, las reales como las
aparentes–, en esencia, permanece, aunque varíen las formas en que se
manifiesta. Sus cuentos son, además, una reflexión constante sobre el ejercicio
mismo de la escritura. Seguramente, te encantará leerlo.
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