Literatura & Psicología

14.12.11

La poesía como vía hacia el conocimiento

Publicado en La Razón. Tampico, Tamaulipas. Miércoles 14 de diciembre de 2011

Para Raquel(a) y Julio
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El mes pasado, dentro de las Jornadas de Psicología 2011 de la Universidad del Golfo, impartí el taller “La poesía como vía hacia el conocimiento”. Con cerca de una veintena de asistentes –la mayoría jóvenes– dialogué durante un rato acerca de la relación entre el acto poético y la vida.

Señala Saint John Perse, en su discurso para recibir el premio Nobel, en 1960: “Pareciera que la disociación entre la obra poética y la actividad de una sociedad sometida a las servidumbres materiales fuera en aumento. Apartamiento aceptado, pero no perseguido por el poeta, y que existiría también para el sabio si no mediasen las aplicaciones prácticas de la ciencia”.

Entre el científico y el poeta existe un misterio común. El primero, a través de una metodología rigurosa, y el segundo a través de la intuición, buscan desentrañarlo.

La inventiva de los escritores puede sacudir y renovar el pensamiento de una sociedad: en el siglo XIX Julio Verne hablaba de submarinos y cohetes espaciales cuando ninguno de estos artefactos se había inventado. En el siglo XX Isaac Asimov expuso las tres leyes de la robótica, que los robots de sus cuentos obedecían. Hoy la robótica es una ciencia aplicada, y estas leyes son cosa seria en el desarrollo de la Inteligencia Artificial. Si bien, Asimov y Verne eran narradores, los menciono por la facilidad con que apreciamos sus “predicciones”. Dos poemas que ilustran la búsqueda del conocimiento son “Primero sueño” de sor Juana y “Muerte sin fin” de José Gorostiza.

El científico se vale del método; el poeta, de la intuición. El objetivo común: el conocimiento. ¿De qué? De sí mismo, del cosmos, de Dios.

Decían los antiguos poetas nahuas que la poesía “In xochitl, in cuícatl” (flor y canto) era la única vía posible que tenían los hombres para aproximarse al Dador de la Vida. Sin embargo, llegaban a la conclusión desolada de que nadie podía “ser su amigo”, es decir, conocerlo.

Afirma el físico estadounidense Brian Greene: “En la física, como en el arte, la simetría es un aspecto clave de la estética”, y añade: “Algunas decisiones tomadas por los físicos teóricos se basan en un sentido estético, un sentido de cuáles son las teorías que tienen una elegancia y una belleza en sus estructuras y están en correspondencia con el mundo que percibimos”.

A Einstein le parecía que la Relatividad General era demasiado hermosa para ser errónea (tal vez ahora no la consideraríamos “errónea”, pero sí incompleta). Aunque sería peligroso usarla como único criterio, no podemos soslayar que esa “sensibilidad artística” –especialmente en las últimas décadas– ha permitido a los científicos explorar el universo en que nos movemos.

La incorporación de los medios electrónicos en la creación y difusión de la literatura parece paliar, por fin, ese “apartamiento” del que hablaba Saint John Perse: la poesía puede ser colectiva (como apunta la twitteratura), la materia (tecnología) lejos de ser una barrera es un puente que une a los creadores con sus lectores. El Poeta deja de ser ese “pequeño dios” del que hablaba Huidobro y se convierte en una voz familiar (diríase, en ciertos casos, un proveedor de palabras con habilidades de negociación).

Será que, así como hallamos miles de aficionados a la ciencia (aunque no tantos como al futbol), podríamos encontrar a otros tantos asiduos a la poesía (con harta habilidad, además, para volverse en el ciberespacio más populares que Saramago)? ¿Hacia dónde apuntan las nuevas rutas del conocimiento? ¿Tú qué piensas?

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