Literatura & Psicología

17.10.19

En mi piel está escrito

De lo ordinario, el amor y la memoria.

Mi madre no me dio la lengua de mi bisabuela porque quería protegerme del miedo, así como me protegió de los virus, los ácaros, los pelos de gato. A cambio me dio la cualidad de echar la tristeza en un frasco para que no amargue la conserva de frutas que pongo cada mañana en mi mesa. Cuando mis hijas me preguntan qué guardan esos frascos en lo alto de la repisa no puedo mentirles, les digo que son todas las lágrimas que no he tenido tiempo de llorar, y ellas ríen, saltan lanzando manotazos y a veces tiran alguno; juegan, entonces, a echar barquitos de papel sobre la corriente que inunda el piso. Me maravilla que tanto dolor pueda caber en un par de glándulas y emerger de las pequeñas fosas, simétricamente ubicadas en cada rostro. Pienso en las historias drenadas por esos conductos. Y pienso en cada palabra escondida en esa región del alma a la que ningún explorador ha logrado llegar. Ese abismo donde aletean las bestias primitivas que solo en sueños hemos visto.

Y mientras voy limpiando ese líquido viscoso, leo mi reflejo: mi cuerpo es lenguaje porque su color guarda la memoria de mis ancestros, en mi vulva cortada y cosida y vuelta a cortar con la pasión del carnicero está el signo de todas las mujeres que parieron antes de mí –no se da vida nueva sin perder un poco de la nuestra–. En mi piel está escrito el llanto solitario de mi abuela; en la sangre que derramo a ratos, el grito de una niña sedienta que nadie sabe de qué murió; en la planta de mis pies, la huella de los hombres que se perdieron en una botella de aguardiente o en un tratado de alquimia.

Cuando el piso ha quedado limpio, otra vez, y mi repisa en orden, reviso los ojos de mis hijas, por si se ha metido en ellos alguna basurita, un trocito de vidrio, un huevecillo de pez. Algunos animales acuáticos, ya lo sabemos, buscan miradas para vivir y no hay que dejarlos crecer mucho porque podrían comerse el color del iris, podrían convertir nuestras pupilas en remolinos.

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