Cierro la puerta de las palabras [luego pienso]. ¿Qué significa esta frase? Es trivial y no por ello menos absurda que cualquier sentencia docta. Sin duda las palabras tienen puertas. Pero yo sé que esta es una metáfora inútil y bastante manoseada. Cualquiera pudo haberla dicho.
Miro por el vidrio que divide mi espacio del resto de la ciudad y encuentro que cualquier persona es capaz de cruzar la calle hacia este edificio, pero ninguna lo hace [¿lo eligen o son sus pies, en movimiento rectilíneo y uniforme, la confirmación de una vieja ley?] Nadie gira la perilla. Eso puedo verlo.
Sería mejor que las palabras tuviesen un letrero, algún tipo de advertencia antes de entrar a ellas. ¿Con qué código se haría?
a) Una radiación holográfica.
b) Un espejo oblicuo.
c) Una punzada en el esófago.
Algo así que nos hiciera ver los entresijos bajo las tildes y el cuerpo de las letras; entre el fonema y su latido; un aviso que nos haga detenernos en ese filo, antes de cruzar el borde, de darle zoom a la imagen de nuestro propio derrumbe.
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