La poesía, esa hada misteriosa
y escurridiza que siglos atrás representaba el ascenso al Parnaso, ahora está a
la vuelta de la esquina en cualquier muro de Facebook. Por supuesto, hay de
todo en la viña de Internet, y he aquí, que viendo a los aspirantes a vate, me
dio por hacer mi propia tipología, de la que he seleccionado tres tipos
curiosos.
El
poeta paisajista: Pinta metáforas maravillosamente, sobre la
naturaleza, sobre el amor, sobre la vida. Dedica largas horas a pulir imágenes
delicadas y ensoñadoras. Loable trabajo, a no ser porque se la vive quejándose
de que otros menos talentosos van a plagiarle sus poemas, porque asume que está
descubriendo el hilo negro de la poesía y que todo mundo ve sus versos con
codicia y lujuria literaria. Así, se asegura de que cada cosa que postea, lleve
rigurosamente su firma, la leyenda de derechos reservados y, si es posible, un
par de amenazas. No me refiero, por supuesto, a todo autor que protege sus
textos, sino a este tipo específico que lo hace con sumo recelo y ostentando un
aire de superioridad. Si de vez en cuando leyera a otros, vería que sus poemas
no están rompiendo paradigmas literarios, ni descubriendo ni reinventando nada.
Eso sí, son bonitos paisajes para descansar la pupila.
El
poeta radical: Invierte más tiempo en quejarse de la
humanidad, de los malos poetas, de la corrupción cultural, y de mil cosas más,
que en escribir literatura. No redacta hábiles ensayos o artículos sobre estos
temas, no, su trinchera son las redes sociales. Se la vive disgustado por la
falta de crítica en la ciudad o en el país, pero si le dices de pronto que él /
ella no te parece el mejor poeta de su generación, te elimina.
El
poeta malito: Nunca lee literatura contemporánea más que
para decir que nada de lo que se escribe hoy en día vale la pena; se dice
experto en la obra de Baudelaire aunque no sabe francés. No va a talleres literarios
porque le roban la voz, ni corrige sus textos porque sería traicionar a las
musas. Escribe sobre el tedio, la
fatalidad y el horror en la compu de sus papás. Adopta la pose de exiliado del
Paraíso, semidios incomprendido, no nos merecemos su sufrimiento. Y pues, si
León Felipe se los dijo a Dante y a Virgilio, ¿por qué no a ellos?, “que hablen más bajo. / que toquen más
bajo... / ¡Que se callen!”
Pero no seamos tan duros. El
escritor cambia, crece, evoluciona, y a veces estas son meras etapas que se superarán
con la experiencia. A lo mejor, hasta tú y yo, en un desliz, pasamos por alguna
de ellas.
Sincronicidad, chula. Hoy he estado inmersa en teoría poética para mi tesis sobre poesía tamaulipeca, y creo que finalmente todos nuestros poetas decantan en estos tipos que propones jaja (¿broma?). Un abrazo, te extraño, pero buena cosa que te pueda leer acá (ah, y yo te invito a pasarte por mi blog de vez en cuando :D )
ResponderEliminarTambién me acuerdo de ti y me paso a veces por tu blog aunque ya no suelo comentar.El tiempo y su canibalismo, ya sabes. Te quiero, niña hermosa. Besos :)
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