Publicado en La Razón. Tampico, Tamaulipas, jueves 18 de diciembre de 2014.
Como editora
y tallerista he descubierto que mucha más gente de la que podría imaginar
siente, en algún momento de su vida, una necesidad genuina de escribir, de
contar algo, de revelarse a través de la palabra. Muchos, cuando llega
febrilmente esta primera “inspiración” creen que bastan las buenas intenciones
para escribir creativamente. Lo cierto es que, así se trate de un mero experimento
o de un afán por convertirse en escritor, la escritura creativa requiere aprender a ver el mundo desde ángulos
distintos a los convencionales. Todo acto creativo, en sí, parte desde una
reorganización del pensamiento. Necesitamos desaprender las rutas de
pensamiento que nos ha dado la cultura y, en buena medida, otorgarle un sentido
lúdico al lenguaje.
No pocos
escritores han intentado develar el hilo negro del oficio literario. Por
ejemplo, en el siglo XIX, Edgar Allan Poe afirmaba que un escritor debe seguir
un plan establecido en el que elija los recursos que han de suscitar emociones
en el lector y, desde la primera línea de su texto, anticipar el final. ¿De
veras este mago del terror era siempre tan bien portadito con sus letras? Borges
dijo al respecto: “Nuestra imagen de Poe, la de un artífice que premedita y
ejecuta su obra con lenta lucidez, al margen del favor popular, procede menos
de las piezas de Poe que de la doctrina que enuncia en The philosophy of composition”. A mi gusto, las obras del
bostoniano revelan meticulosidad y búsqueda obsesiva por la perfección, mas
también ese toque de exaltación creadora, irracional, que acaso no provenga de
la técnica sino del talento puro. Y en verdad le importaba que sus textos
fueran leídos; no nacían de un impulso para luego ser echados al cajón.
Un siglo
después de Poe los Beatniks
proclamaron una poética absolutamente desligada de la premeditación, lo que los
surrealistas habían empezado antes. Jack Kerouac mencionaba acerca de la prosa
espontánea: “Ninguna ’selectividad’ de la expresión sino el seguimiento de la
libre desviación (asociación) de la mente hacia los ilimitables mares del
pensamiento [...] Si es posible escribe
’sin conciencia’ en semitrance”.
Ya sea con
premeditación, al estilo Poe, o en semitrance kerouaciano, afectaremos los sentidos
del lector.
Ahora, en esta época en la que publicar se encuentra tan sólo a un
“clic” de distancia entre el aspirante a escritor y su blog, ¿puede cualquier
persona llegar a escribir bien?
Creo que
todo ser humano puede aprender sobre la escritura como puede aprender a nadar.
No he visto que ningún medallista olímpico de natación se ofenda porque el
resto de nosotros, simples mortales, nos echemos un clavado en una alberca, ¿por
qué, pues, ha de ofenderse un escritor consagrado cuando su vecino quiere hacer
poemas? Claro, hay que ser juiciosos, mal me vería yo –que ni siquiera me he
consagrado en algo– pretendiendo ser nadadora profesional como mal se vería el
vecino llamándose artista por improvisar versos. ¡Pero no nos cerremos!,
dejemos que la gente escriba y el tiempo se ocupará de darle a cada quien su
lugar.
MUY ALECCIONADOR Marisol...
ResponderEliminarClaro ejemplo que todos podemos si nos lo proponemos...