Publicado en La Razón. Tampico, Tamaulipas, octubre de 2013.
Hace poco viajaba de
Tampico a Monterrey, cuando el autobús se detuvo en un retén. “¿Puedo quedarme
aquí arriba?”, pregunté al soldado ante
su orden de que todos, toditos, los pasajeros bajaran, “vengo yo sola con dos
niños pequeños y es casi media noche”. “¿Qué, no puede caminar?”, me increpó el
susodicho, “claro que puedo caminar, pero no le veo el caso, déjeme quedarme,
mis niños están dormidos”; de mala gana aceptó revisar ahí mismo mi equipaje,
que consistía en una pañalera, pero lo que encontró no fueron pañales, sino
libros. Mientras confuso pasaba entre sus dedos las páginas de Aguamala y El
zarzo de los pemoles, aventuró la pregunta “A qué se dedica”, me dio flojera
decirle que soy editora, “soy ama de casa”, “¿y por qué trae libros?”, “porque
me gusta leer”, me lanzó una fugaz mirada de desconcierto, como si lo que
tuviera en sus manos fueran extraños bichos.
Me quedé pensando largo rato en lo que
esto implicaba, ¡un ama de casa que lee! Debe de haberle parecido por completo
extravagante, pues, ¿para qué necesita leer una mujer que “sólo” tiene que
cuidar niños? ¿Y, qué no son estos niños los hombres y las mujeres que mañana harán
las tareas del mundo, guiarán empresas, ocuparán cargos púbicos y dirigirán
estados?
No pude evitar fantasear por un momento
con ser un personaje de Fahrenheit 451, donde leer libros era un delito
grave. Fantaseando un poco más imaginé al soldado criticando mis gustos
literarios: quién lee poesía –o peor, quién la escribe– en medio de los
gasolinazos, las marchas de profesores y los cambios climáticos. “¿Acaso va a
cambiar al mundo con poemas?”
Pero, volvamos a la pregunta, ¿por qué
necesita leer un ama de casa? Yo creo que por la misma razón que podría necesitarlo
un médico, un presidente de la República o un cabo del ejército: para
instruirse y para alimentar su sensibilidad.
Una amiga, promotora cultural, me
comentaba hace poco que la tasa de poetas es bastante elevada en relación con
la de narradores. ¿Será que escribir poesía es más fácil? Queda descartado que
sea por un fin utilitario, pues de todos los géneros literarios es éste el que
menos lectores potenciales tiene y, hasta donde me he dado cuenta, la mayoría
de quienes leen poesía también la escriben –o lo intentan–; es raro, al parecer
en este caso, el “lector puro”.
No sé si leer poesía, en realidad, haría
amas de casa más felices, pero sí estoy segura –y lo he comprobado en algunas
lecturas públicas y talleres– más de una se interesaría por leerla, si de
casualidad se topara con el poema adecuado para ella.
Fotografía: Haku CV
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