Nada como volver a encontrar
a los amigos, estrechar los años y las horas en un saludo, caminar hombro a
hombro tejiendo la urdimbre de la memoria y, lo mejor de todo, compartir el pan
de la poesía a pedazos lentos. Esto es lo que me viene a la mente cuando pienso
en el quinto encuentro de escritores Los Santos Días de la Poesía, ocurrido entre
el jueves 20 y el domingo 23 de junio, en Ciudad Madero.
Como en anteriores ocasiones, Celeste Alba
Iris convocó a los amantes de la palabra con dos propósitos fundamentales:
intervenir el horizonte a través de la imagen poética y continuar con la tarea,
iniciada hace cuatro años, de formar un acervo de los poetas de nuestro estado.
A falta de instituciones especializadas en literatura que se encarguen del
rescate y la conservación de la poesía tamaulipeca, surgió esta iniciativa
civil que ha dado, ya, valiosos frutos, como la antología “Aquella voz que
germina” (Gobierno de Tamaulipas, 2010) y diversas mesas de estudio y análisis que
anualmente se hacen dentro del coloquio “Verbigracia”.
El Centro Cultural Bicentenario abrió sus puertas. En esta ocasión, a manera de lluvia de
ideas, gestamos la semilla de otros proyectos (no del todo nuevos, pero con el propósito de que el esfuerzo conjunto ahora sí los haga realidad), entre ellos, formar un
directorio de autores tamaulipecos y un portal electrónico.
Dos recitales enmarcaron los días, uno de
apertura, a cargo de Carlos Acosta, gran amigo y leal seguidor del Encuentro, y
otro de Elí Isaí, joven poeta chihuahuense que desde hace dos años se ha
integrado con entusiasmo.
Fue grato para mí ver rostros conocidos
como los de Arminé Arjona y Carmen Amato, de Ciudad Juárez, Chihuahua, mujeres
con una voz auténtica, matizada por vivencias poderosas; Alejandro Ipatzi, de
raíz tlaxcalteca, Wulfrano Luna, del Distrito Federal y Romina Cazón, argentina
residente de Querétaro. Por supuesto, los tamaulipecos: Lorena Illoldi, Marisa
Avilés, Erika Said, Sandra Ruth Sosa y José Olvera, además muchos más nombres
del estado, y de otras latitudes.
El viernes por la tarde, en el Centro de
Excelencia de la UAT, tuve a bien re-encontrarme con algunas voces del sur del estado: Diana Zamora, que leyó un poco sobre “Mitos e imágenes de la
Huasteca” y “Aquí la memoria”, Sandra Ruth Sosa, quien ha vuelto a los
escenarios culturales con una voz matizada por suave melancolía; Martha
Izaguirre, en la que oigo erigirse al poema con una madurez cantante y Leslie
Dodlejal, de quien me quedó claro –eso dijo–, el currículum no es tan
importante.
Sin duda, el mejor momento fue cuando
Gloria Gómez Guzmán y Arturo Castillo Alva compartieron las páginas del
atardecer, el sábado, en Torratos Café Gourmet. No siempre tiene uno el
privilegio de estar frente a dos voces como éstas que, sin duda signan el
panorama de las letras tamaulipecas.
No agoto en estas líneas las impresiones e imágenes, sólo puedo decir que me sentí abrazada por versos y sonrisas. Como augurio de nuevos encuentros, dejo
aquí uno de los poemas que Gloria nos obsequió:
La polilla que vive en los
libros
–dice el poeta– se me
parece
ella también necesita devorar
kilos de palabras
para que le salgan alas
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