Publicado en La Razón. Tampico, Tamaulipas, jueves 23 de mayo de 2013.
El
tema de la maternidad es uno de los más antiguos dentro del arte, desde las
representaciones escultóricas de la fertilidad como la Venus de Willendorf y la larga
serie de mitos, en todas las culturas, que han tomado forma a través de la
música, la danza, las artes plásticas y, finalmente, la literatura.
A pesar de la antigüedad y reiteración del
tema en las artes, considero que se vuelve necesaria una revaloración de sus
símbolos a la luz de la posmodernidad. No sólo la imagen de la madre estoica o
feliz de cumplir su destino; también el dolor, el desgaste, la duda, el destierro…
mucho aún nos queda por decir sobre la maternidad, e ir más allá de sus tabús,
a través de la poesía, ¿no lo crees?
Hablar de este tema, por lo tanto, puede
parecer un cliché y, hasta donde he visto, a muchos poetas de mi generación
(especialmente a las propias mujeres) les resulta completamente ajeno. Ya
sabemos que en la vida práctica los bebés y las Letras no suelen ser buenos
compañeros. Sin embargo, no dejamos de emerger, aquí y allá, mujeres que decidimos
conjuntar estas labores e, incluso, encontrar en esta circunstancia un venero
poético.
Diversos poetas han abordado la maternidad
(ya sea experimentada en carne viva o como anhelo o cercanía) en alguna parte
de su obra, tal es el caso de Gioconda Belli, Pablo Neruda, Gabriela Mistral,
Rosario Castellanos y tantos otros. Y he aquí, precisamente, que hallaremos
inagotable el manantial de imágenes que no, no tenemos por qué tocar desde la
tradición.
En “Se habla de Gabriel”, Castellanos
rompe con el estereotipo materno de abnegación y estoicismo, al decir con
crudeza: “Como todos los huéspedes mi hijo me estorba”. Belli, por su parte, se
opone a la idea de que los hijos desgastan el cuerpo femenino; en “Prejuicios
sobre la maternidad” leemos: “Cada hijo dejándonos más cerca de la
vida / más proclives a la ternura, / la piel más suave y el sexo más acogedor.
/ Es la falta de pan, de amor, la que desgasta. / No el parto”.
Pienso en tres escritoras: la italiana,
Alda Merini (1931-2009); la estadounidense Sylvia Plath (1932-1963) y la venezolana
María Auxiliadora Álvarez (1956); una parte significativa de su poesía tiene
como eje central la maternidad; la obra de estas poetas colinda entre sí por su
tono confesional y la intensidad de la vivencia narrada, aspectos con los
cuales identifico mi propia obra poética.
Merini recurre al mito, a los arquetipos y
resonancias ancestrales:
Oh nunca la luna gritó tanto
contra las humilladas estrellas,
y nunca gritaron tanto mis entrañas
ni el Señor volvió nunca su rostro
como en aquel preciso instante
al ver mi virginidad de madre
ofendida en un ultraje.
Plath, desgarradora, escribe un poco antes
de meter la cabeza al horno:
Hemos llegado hasta aquí, es
el fin.
Dos bebés muertos hechos
ovillo, serpientes blancas,
Cada uno prendido a un
pellejo
De leche, ya vacío.
Ella los ha replegado
Hacia su cuerpo como pétalos
De una rosa que se cierra
cuando el jardín
Se endurece y las fragancias
sangran.
Álvarez
eleva su voz con una fuerza arrolladora, para contarnos su experiencia:
usted nunca ha parido
no conoce
el filo de los machetes
no ha sentido
las culebras de río
nunca ha bailado
en un charco de sangre querida
doctor
no meta la mano tan adentro
que ahí tengo los machetes
que tengo una niña dormida
y usted nunca ha pasado
una noche en la culebra
usted no conoce el río.
Imágenes en orden de aparición: Alda Merini, Sylvia Plath, María Auxiliadora Álvarez.
"(...) considero que se vuelve necesaria una revaloración de sus símbolos a la luz de la posmodernidad": sin lugar a la menor duda, una Hermosa Necesaria y Luminosa `posibilidad de certidumbre´, para afrontar las dolorosas circunstancias del mundo después del siglo XX. (Timbalaye)
ResponderEliminarQuerido, gracias por tu lectura y tu certidumbre. Te abrazo.
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