No he estado internada en un manicomio; nunca
me han llevado al hospital por un suicidio fallido; no me han encarcelado por
hacer disturbios en las calles; no le he roto una silla en la cabeza a un
esposo infiel; no paso las noches en juerga y nunca, de veras, he mordido
hongos (apenas los que todo mundo come). Soy una mujer que cambia pañales en
una casa de ventanas amplias, con el vientre roto, con dolor en la espalda alta e insomnio. Soy una mujer que
escribe. No tengo nada qué contar más allá de mis rasgaduras, que son también
las de miles de mujeres. Yo es Ellas. Cualquier mujer que esté realmente viva
sabe que el infierno cabe en la punta de un alfiler y que las mayores alegrías
están detrás del espejo.
Imagen: Arborescencia. mvg
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