Vivir
es peligroso. Existir implica, ya, un riesgo. Y estar consciente de ello podría
conducirnos a la locura. El arte ha sido, a través de los siglos, una de las
formas en que podemos canalizar esta angustia de ser. Gabriela Cantú
Westendarp, poeta regiomontana, recurre a la poesía para confrontar esta
realidad. En su reciente poemario Material preligroso (me baso, para esta apreciación, en el poema que, como primicia me ha enviado) hace gala de un humor
refinado que va entrelazando imágenes a través de un lenguaje sencillo y (por
lo mismo) adecuado para la reflexión.
Con “Material peligroso” Gabriela Cantú obtuvo este año el Premio de Poesía Ramón López Velarde. Ella es la segunda mujer que recibe este premio (considerado
como uno de los cuatro más importantes del país) en los 30 años de su
existencia. “Como escritora representa un aliciente –dice Gabriela–, pero
también un compromiso aún mayor con la palabra escrita”.
Comenta acerca de su poemario: “El tono de
Material peligroso es distinto a
otros libros que he publicado. Me parece que el corazón del libro es que estar
vivo implica un riesgo. Mis inquietudes como creadora están íntimamente ligadas
a las reacciones del cuerpo. La mente recibe, el cuerpo recibe, la mente se
afecta, el cuerpo se afecta”.
He tenido la
oportunidad de leer dos libros de Gabriela Cantú, antes de éste, “El efecto”
(CONARTE, 2006) y “Naturaleza muerta” (UANL, 2012), y encontré en ambos una
sensorialidad que va de la imagen a la forma en versos breves y perfectamente
pulidos (para que no sobre signo ni adjetivo), de quien encuentra el oro
filosofal en las cosas aparentemente sencillas: escaleras, cerezas, minutos,
abejorros, casas. La escritora ha publicado, además, los libros “Poemas del árbol”
(UANL, 2009) y “El filo de la playa” (Mantis Editores, 2007).
Cuando le pregunto a Gabriela sobre sus
poetas más amados, me deja ver su gusto por los Clásicos: San Juan de la Cruz y
Johann Wolfgang von Goethe. Convencida del valor propio del trabajo artístico, afirma:
“La obra tiene que sostenerse con o sin premio. Sin embargo un reconocimiento
de ese tipo te da proyección y gran satisfacción. Pienso que los premios son
necesarios para fomentar tanto la creación como la lectura. Los escritores
tenemos que provocar el accidente de la lectura. Tenemos que ser promotores de
la lectura”.
Cierro esta brevísima reseña
con unas líneas del poema que le da título a su poemario:
Algunos materiales
pueden ser
peligrosos, el exceso de luz —por ejemplo—
puede provocar una ceguera temporal, o por
el contrario, puede inducir a un estado de
clarividencia, que si fuera el caso, también
es temporal. El efecto depende del objeto
que irradia el brillo y de la capacidad de
respuesta
del otro. El otro eres tú. Tú cuando te alejas y
te observas extraño, tú cuando no reconoces tu
propio cuerpo y sus reacciones, tú cuando
pronuncias frases que te parecen ajenas, tú cuando
estás justo en el momento de caer al sueño y
te resistes, tú cuando eres golpeado por la luz
y por unos momentos te sientes la presa de un
animal salvaje, sensación que parece eterna,
pero que en realidad —como dije— es temporal
y si tienes suerte te abrirá una puerta.
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