Es
curiosa la forma en que la Historia se va tejiendo en el imaginario colectivo,
como asociamos rostros con frases e inventos famosos y las suposiciones que nos
hacemos acerca de algún pasaje histórico en relación a lo que sabemos –o, mejor
dicho, lo que nos han contado.
Por ejemplo, la etiqueta de “nuevo mundo”
impuesta por los conquistadores nos podría hacer creer que tuvimos alguna
desventaja evolutiva en nuestro continente, en relación a los demás, debido a
que “comenzamos tarde”. Sin embargo, considerando que el poblamiento de América
se inició alrededor del año 40 000 a.C., cuando apenas empezaba a existir el homo sapiens sapiens –cohabitando aún
con los últimos neanderthalensis–, podemos
decir que el hombre, tal como lo concebimos hoy, inició su historia al mismo
tiempo en América y en el resto de los continentes.
Ya, hablando de Mesoamérica, damos por
hecho que “Olmecas” –en la escuela lo aprendimos– era un grupo específico de
habitantes de la llanura aluvial del Golfo de México, cuando este nombre, en
realidad, fue dado arbitrariamente a un grupo de pueblos de la familia
mixe-zoque. Las expresiones típicamente olmecas no eran propias de una etnia sino de un fenómeno que abarcó
varias regiones. Claro que, por cuestiones prácticas, podemos seguir llamando
de esta manera al grupo particular en cuestión.
Lo mismo pasa con el término “huastecos”;
es bien sabido que esta denominación les fue dada por los nahuas; ellos
llamaban a su propia cultura, téenek.
Varios datos arqueológicos recientes
indican que el sistema calendárico típicamente maya, en realidad fue inventado
por los mixe-zoques (las inscripciones calendáricas más antiguas que se conocen
proceden de la franja mixe-zoque). Sin embargo, fueron los mayas quienes a través de este sistema lograron cálculos impresionantes –por ejemplo, en astronomía.
Algo más actual: cuando pensamos en Albert
Einstein –con un poquito que hayamos leído acerca de su obra–, no podemos
desligarlo de su Teoría de la relatividad y de una idea expuesta en uno de sus
tratados: la de considerar el espacio-tiempo tetradimensional (cuatro
dimensiones) como la estructura física el universo. Esta idea en realidad es de
Hermann Minkowsi, un matemático de esa época que nunca llegó a tener la misma
fama que su coetáneo.
A veces las confusiones y errores de
interpretación van más allá de darle o no crédito a alguien por sus inventos, y
pueden causar verdaderos desastres en el pensamiento universal, porque hasta los más sabios se han equivocado. Por ejemplo, Aristóteles, que
detestaba ensuciarse las manos con trabajo experimental, a través de su razonamiento llegó a la conclusión de que la Tierra es el centro del
universo, que los hombres tienen más dientes que las mujeres, que los astros
son inalterables y que los cuerpos más pesados caen más rápido a la Tierra.
Así como, hace tiempo, me sorprendió saber
que el “Teorema de Pitágoras” ya existía antes de que naciera Pitágoras –claro,
no se le llamaba así–, no dejó de ser curioso enterarme de que la famosa frase atribuida
a Galileo “E pur si muove!” (¡Y sin embargo se mueve!), en realidad fue el
último grito de Giordano Bruno, antes de morir quemado en la hoguera, el 16 de
febrero de 1600.
Y así, la lista es tan interminable como la Historia.
Imágenes en orden de aparición: Evolución del homo sapiens, Albert Einstein, Hermann Minkowsi, Giordano Bruno.
Imágenes en orden de aparición: Evolución del homo sapiens, Albert Einstein, Hermann Minkowsi, Giordano Bruno.
gracias por invitarnos a reflexionar!
ResponderEliminaratte. Flor Toraya