¿Quién no sueña con viajar en el tiempo?, ver a Alejandro Magno cruzando el Helesponto en dirección a Asia Menor, o hallar a Cleopatra a punto de ser mordida por el áspid; atisbar por el ojo de una cerradura a Beethoven mientras compone su novena sinfonía o presenciar el épico momento en que se erige sobre la maleza prehistórica del mundo el primer hombre. O quizá, simplemente regresar medio segundo para evitar que nuestra taza de café se derrame sobre la mesa.
El escritor e inventor (dos profesiones en las que hallaremos no pocas equivalencias) Hugo Gernsback (a cuyo nombre debemos los premios Hugo de la Sociedad mundial de ciencia ficción) acuñó el término “Ciencia Ficción” en 1911. En esas épocas la imaginación había echado a andar novelas famosas que hoy se cuentan en dicho género*.
En particular, recuerdo entre mis autores favoritos de juventud a Verne. Estaba en el bachillerato cuando leí París en el siglo XX, novela de edición póstuma, publicada en francés por primera vez en 1994 (escrita en 1863). Fue un privilegio estar entre los primeros lectores que tuvieron a su alcance esta edición en español. Se estaba popularizando la red Internet, la cual, aparece anticipada en este libro: su protagonista es un desolado poeta que no encuentra lugar en una sociedad gobernada por las grandes corporaciones y la tecnología (lo curioso es que, ahora, esta tecnología sea un puente tan recurrido por las nuevas generaciones de autores).
O cómo no recordar a Herbert George Wells (su famosísima Guerra de los mundos y, claro, La máquina del tiempo) autor de cabecera de Alberto Chimal, quien le dedica su libro El viajero del tiempo (Posdata Editores, Col. Hormiga Iracunda, 2011).
En la página de dedicatorias, enseguida de la que hace para su esposa, Raquel, Chimal dice: “a H. G. Wells, amigo y compañero de numerosas conversaciones, caminatas y cantinas entre su muerte en 1946 y mi nacimiento en 1970”.
El Viajero del Tiempo se compone de ingeniosos microrrelatos (amalgamados en una novela que puede leerse, digamos, desde distintas perspectivas y comienzos) en los que esa cuarta dimensión intangible y, sin embargo, irrefutable (el tiempo) deja de ser lineal y nos permite diseccionarlo como a un cuerpo o a un paisaje. El humor conlleva, en sí, el germen de la tragedia: “El viajero del tiempo regresó al día en que iba a caer el meteoro. En las redes sociales de los dinosaurios apenas se mencionaba el hecho”. “El Viajero del Tiempo regresó a asesinar a H. G. Wells. Luego vivió feliz, y en secreto, por toda la eternidad”.
Alberto Chimal (estado de México, 1970) es autor de más de una docena de libros de narrativa, ensayo y dramaturgia; colaborador frecuente de revistas y suplementos, y profesor y coordinador de talleres con larga experiencia, Chimal ha sido considerado “uno de los escritores más originales y enérgicos” de su país (de acuerdo con CNN en español) y uno de los 100 mexicanos más destacados de su generación (según la revista Día Siete). Además es el primer autor de su generación en ser objeto de un volumen de estudios académicos: la colección Mito, fantasía y recepción en la obra de Alberto Chimal, compilada por Samuel Gordon y publicada por la Universidad Iberoamericana.
Gran twittero (precisamente de aquí, del Twitter, nace este volumen), Chimal (@albertochimal) coordina el portal electrónico Las Historias (http://www.lashistorias.com.mx/), donde encontrarás, entre múltiples eventos y curiosidades, cuentos, concursos y, por supuesto, su libro a la venta: El viajero del Tiempo.
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* Claro, dicen los que saben, que hasta entonces no se había consolidado realmente la Ciencia Ficción como tal. También se afirma que Gernsback no fue un gran escritor, pero sí un gran profeta tecnológico.
Gracias por compartir.
ResponderEliminarTú viajaste en el tiempo: mira la fecha: el 29 de febrero este año fue miércoles.
AB
Es verdad... era otro febrero de otro 2012 :)
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