Alguna vez creímos en las hadas, en los árboles que cantan, en los tesoros que duermen bajo tierra. Despertábamos adentro de un cuerpo pequeñito, llenos de asombro, y veíamos por el resquicio de la madrugada a un gato trepado en la Luna, comiéndose su corona de luces.
Nuestros ojos se cubrieron con el polvo de los años y ahora, adultos racionales, ya no creemos en los bosques encantados; ningún gato rasguña el apelambrado cielo de marzo, y la Luna ya no es sino una pálida moneda que oprime el horizonte.
Una de las principales características de la niñez es la curiosidad, la búsqueda gozosa del conocimiento. ¿Quién de nosotros se detiene, a mitad de la calle, a ver el minucioso trabajo de una hormiga sobre una hoja de tamarindo?
Los artistas conservan, en cierta forma, el rasgo infantil de construirse otras realidades.
“La imaginación –dice Gabriel García Márquez– es una facultad especial que tienen los artistas para crear una realidad nueva a partir de la realidad en que viven”. Si todos, de vez en cuando viéramos el mundo con ojos de artista nuestras vidas serían más ricas en sensaciones e imágenes.
Si observamos a un pequeño notaremos la agudeza de sus miradas, la fascinación con que acoge las cosas de su entorno: todo es sorprendente, mágico. El sentido de confianza que él desarrollará en el ambiente y en sí mismo, depende de la forma en que sea proveído de amor y seguridad.
El juego es una cosa muy seria. A través del juego nuestros hijos crecen, aprenden a dominar su cuerpo, a desarrollar sus habilidades sociales; descubren su entorno y a sí mismos. El juego es placentero, divertido, gratificante y, de acuerdo con Piaget, fomenta el desarrollo cognoscitivo.
¿A qué edad se recomienda que los niños se acerquen a los libros? Desde sus primeros meses fuera del útero los bebés pueden jugar con libros de tela, de plástico y de hule espuma: nosotros mismos podemos fabricarlos. A los bebés les estimula ver imágenes perfectamente delineadas, en colores contrastantes: caras humanas, dibujos de animales, figuras geométricas simples (cuadros, círculos, triángulos). Los padres podemos contarles divertidos cuentos con estos libritos; también podemos “animar” los juguetes, la ropa, los utensilios de comida y convertirlos en personajes de alguna historia.
Esta familiarización de los bebés con los libros y los cuentos les facilitará su aprendizaje cuando empiecen a leer. Quien no adquiere el hábito de la lectura a temprana edad difícilmente lo hará cuando sea grande.
Nada influye de manera más contundente en el aprendizaje de los niños que lo que ven hacer a sus padres. La mejor manera de acercarlos a los libros es a través del ejemplo –del contagio, diría García Márquez.
Si alguna vez leemos para ellos, hagámoslo con nuestros sentidos abiertos: el 93% del mensaje que transmitimos al hablar depende, más que de las palabras, de nuestro lenguaje corporal y de la modulación de nuestra voz.
Cierro esta página con las palabras del poeta William Carlos Williams: “La imaginación es, como la electricidad, una energía”.
¡Hola Marisol! Te diré que yo soy de esos pocos que se detiene en la calle a mirar el trabajo de las hormigas jaja aunque trato de disimular si hay gente cerca. Son animales que siempre han llamado mi atención.
ResponderEliminarHay que mantener vivo el niño que fuimos, de alguna manera. No perder la imaginación ni la curiosidad.
Buen escrito.
Saludos y buen fin de semana.
José