Publicado en La Razón. Tampico, Tamaulipas. Martes 22 de junio de 2010.
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Lunes por la mañana, lo primero que la televisión me reveló después de cinco días fuera del Puerto, es que se había suscitado la mayor violencia desde el inicio de la guerra contra el narcotráfico.
Esto ocurrió la semana pasada, tras regresar de Cd. Jiménez, Chihuahua. Acababa de concluir el Primer Encuentro de Mujeres Poetas del Noreste y Quinto Encuentro de Mujeres Poetas en Huejuquilla, “Al filo del poema”.
La verdad, el viaje me entusiasmó desde un principio. La Coordinación Estatal de Organismos de Cultura convocó, para este evento, voces tamaulipecas femeninas que tuvimos a bien atravesar el semidesierto: Celeste Alba Iris, Cynthia Rodríguez, Erika Said y una servidora (a quienes Arminé Arjona, de Ciudad Juárez, llamaría “las poetamaulipas”).
En la llamada Zona del Silencio, apenas se veía uno que otro camión sobre la vastedad del asfalto. La quietud de los matorrales, el fondo montañoso del paisaje y las ágiles tolvaneras deslizándose bajo un sol implacable. Ningún auto familiar. Ningún rostro núbil en las ventanillas.
Recordé las revistas sensacionalistas que leía de niña: algo sobre una región mágica donde radios y brújulas fallaban. Fue como llegar a un sitio de la memoria clausurado desde hace mucho. Sentir el estremecimiento de las horas pobladas de fantasmas.
Las “poetamaulipas” entramos al pueblo acompañadas del ocaso. El recibimiento de las organizadoras fue cálido, y el abrazo del cielo, refrescante. La música de la lluvia envolvió las primeras lecturas.
La presencia vitalísima de Dolores Castro daría inicio a la jornada poética, a la que se sumarían artistas como Yamilé Paz Paredes, Minerva Salado, Leticia Luna y otras plumas de gran envergadura.
Este encuentro, que tuvo como sede el edificio de la Asociación Ganadera de Jiménez, fue el resultado de un esfuerzo colectivo en el que participaron el Grupo Cultural La Casona, el consejo local conmemorativo Tres Siglos, Tres Fiestas y el Fondo Regional para la Cultura y las Artes del Noreste (FORCAN). No puedo dejar de recordar nombres como los de Edna Ojeda, Olga Varela y Reneé Acosta, que entre la lluvia, la resolana y el ajetreo de los minutos dieron paso a la hospitalidad. Y hubo, más muchas más.
Mujeres de Chihuahua, Durango, Coahuila, Nuevo León, Tamaulipas y el D.F., nos reunimos para colgar poemas en la plaza, para ver como caían ráfagas de versos desde una avioneta, para llevar letras a la escuela y a la cárcel, para decir “aquí estamos, tenemos voz, y amamos la Poesía”.
No faltó la caricia de los nogales, la memoria atrapada entre viejas vías de tren, las noches resplandecientes donde constelaciones de grillos cantaban a la Vía Láctea.
Me encantaría, la próxima vez que encienda el televisor, escuchar que la fraternidad y no la violencia, es la sal de las noticias. ¿Quién hará realidad esta imagen?
Esto ocurrió la semana pasada, tras regresar de Cd. Jiménez, Chihuahua. Acababa de concluir el Primer Encuentro de Mujeres Poetas del Noreste y Quinto Encuentro de Mujeres Poetas en Huejuquilla, “Al filo del poema”.
La verdad, el viaje me entusiasmó desde un principio. La Coordinación Estatal de Organismos de Cultura convocó, para este evento, voces tamaulipecas femeninas que tuvimos a bien atravesar el semidesierto: Celeste Alba Iris, Cynthia Rodríguez, Erika Said y una servidora (a quienes Arminé Arjona, de Ciudad Juárez, llamaría “las poetamaulipas”).
En la llamada Zona del Silencio, apenas se veía uno que otro camión sobre la vastedad del asfalto. La quietud de los matorrales, el fondo montañoso del paisaje y las ágiles tolvaneras deslizándose bajo un sol implacable. Ningún auto familiar. Ningún rostro núbil en las ventanillas.
Recordé las revistas sensacionalistas que leía de niña: algo sobre una región mágica donde radios y brújulas fallaban. Fue como llegar a un sitio de la memoria clausurado desde hace mucho. Sentir el estremecimiento de las horas pobladas de fantasmas.
Las “poetamaulipas” entramos al pueblo acompañadas del ocaso. El recibimiento de las organizadoras fue cálido, y el abrazo del cielo, refrescante. La música de la lluvia envolvió las primeras lecturas.
La presencia vitalísima de Dolores Castro daría inicio a la jornada poética, a la que se sumarían artistas como Yamilé Paz Paredes, Minerva Salado, Leticia Luna y otras plumas de gran envergadura.
Este encuentro, que tuvo como sede el edificio de la Asociación Ganadera de Jiménez, fue el resultado de un esfuerzo colectivo en el que participaron el Grupo Cultural La Casona, el consejo local conmemorativo Tres Siglos, Tres Fiestas y el Fondo Regional para la Cultura y las Artes del Noreste (FORCAN). No puedo dejar de recordar nombres como los de Edna Ojeda, Olga Varela y Reneé Acosta, que entre la lluvia, la resolana y el ajetreo de los minutos dieron paso a la hospitalidad. Y hubo, más muchas más.
Mujeres de Chihuahua, Durango, Coahuila, Nuevo León, Tamaulipas y el D.F., nos reunimos para colgar poemas en la plaza, para ver como caían ráfagas de versos desde una avioneta, para llevar letras a la escuela y a la cárcel, para decir “aquí estamos, tenemos voz, y amamos la Poesía”.
No faltó la caricia de los nogales, la memoria atrapada entre viejas vías de tren, las noches resplandecientes donde constelaciones de grillos cantaban a la Vía Láctea.
Me encantaría, la próxima vez que encienda el televisor, escuchar que la fraternidad y no la violencia, es la sal de las noticias. ¿Quién hará realidad esta imagen?
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