Publicado en La Razón. Tampico, Tamaulipas. Martes 23 de marzo de 2010.
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El pasado viernes, con la intención de invitar al transeúnte a acercarse a las expresiones culturales, el Ayuntamiento de Tampico hizo de la zona peatonal de la Plaza de Armas un escenario para ensalzar a la Poesía y, al mismo tiempo, recordar los dos grandes movimientos que han forjado el rosto de nuestra Patria: la guerra de Independencia y la Revolución Mexicana.
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A propósito de esto, quisiera ampliar una idea mía aparecida en una nota de prensa, donde se cita que: “la Patria no está construida…” Me refería, por supuesto, a que no está construida como un objeto estático, del modo en que sucede con una silla o una mesa a la que se le da una mano de barniz y se termina. Nuestro país se encuentra en continua reestructuración, en este sentido, cada amanecer marca un punto de revaloración, un posible viraje hacia una sociedad mejor, de la que todos podemos ser partícipes.
La grave situación en materia de seguridad que estamos viviendo ha sembrado la desesperanza en más de alguno que, al ver las celebraciones, se pregunta: “¿qué festejamos?”
Esto me hace pensar lo importante que resulta darle a la educación de niños y jóvenes un enfoque crítico, donde ellos mismos tengan la oportunidad de valorar nuestra situación histórica.
Un conocido trabajo que aborda estos terrenos es El nuevo pasado mexicano (Cal y arena, México, 2009), de Enrique Florescano. Editado por primera vez en los años noventa del siglo pasado, este libro sigue siendo una excelente referencia para recorrer distintas interpretaciones que se le han dado a los períodos de nuestro devenir histórico.
El tema al que se le dedica un mayor espacio es al de la Revolución (capítulo: “La Revolución mexicana bajo la mira del revisionismo histórico”); Florescano analiza desde la primera generación –contemporánea a esos acontecimientos–, pasando por la voz desencantada de quienes afirmaron que se habían extraviado las causas que originaron el movimiento, hasta llegar a su propia visión: “La revolución no es una ilusión ideológica de cambio, es un cambio real que revoluciona el estado, desplaza violentamente a la antigua oligarquía gobernante, promueve el ascenso de nuevos actores políticos, e instaura un tiempo nuevo, el tiempo de la revolución, la era de la anarquía, el desorden, el choque de intereses y la guerra, el momento en que nuevos actores sociales ocupan el espacio liberado por la revolución y definen un proyecto político sustentado en las fuerzas que crearon ese momento de libertad y definición colectiva lanzado hacia el futuro”.
Finalmente, la riqueza de dichas revaloraciones no se encuentra, solamente, en los documentos que puedan usarse como fuentes de conocimiento, sino en la mirada del historiador. Desde este punto de vista, cabe hablar de creatividad en el estudio de la Historia: qué tan propositivas son las preguntas que dirigen las nuevas investigaciones.
Lo creo con firmeza: en este siglo hay lugar para festejar nuestra libertad de pensamiento, condición necesaria en el desarrollo de las revoluciones ideológicas. Festejamos que la Independencia sea una realidad que amanece con el Sol, mientras permanezca viva la Memoria del Pueblo y contribuyamos a fortalecer los lazos comunitarios.
¿Podemos, cada uno de nosotros, plantear interrogantes significativas que enriquezcan nuestro contexto social?, ¿tú, qué piensas?
La grave situación en materia de seguridad que estamos viviendo ha sembrado la desesperanza en más de alguno que, al ver las celebraciones, se pregunta: “¿qué festejamos?”
Esto me hace pensar lo importante que resulta darle a la educación de niños y jóvenes un enfoque crítico, donde ellos mismos tengan la oportunidad de valorar nuestra situación histórica.
Un conocido trabajo que aborda estos terrenos es El nuevo pasado mexicano (Cal y arena, México, 2009), de Enrique Florescano. Editado por primera vez en los años noventa del siglo pasado, este libro sigue siendo una excelente referencia para recorrer distintas interpretaciones que se le han dado a los períodos de nuestro devenir histórico.
El tema al que se le dedica un mayor espacio es al de la Revolución (capítulo: “La Revolución mexicana bajo la mira del revisionismo histórico”); Florescano analiza desde la primera generación –contemporánea a esos acontecimientos–, pasando por la voz desencantada de quienes afirmaron que se habían extraviado las causas que originaron el movimiento, hasta llegar a su propia visión: “La revolución no es una ilusión ideológica de cambio, es un cambio real que revoluciona el estado, desplaza violentamente a la antigua oligarquía gobernante, promueve el ascenso de nuevos actores políticos, e instaura un tiempo nuevo, el tiempo de la revolución, la era de la anarquía, el desorden, el choque de intereses y la guerra, el momento en que nuevos actores sociales ocupan el espacio liberado por la revolución y definen un proyecto político sustentado en las fuerzas que crearon ese momento de libertad y definición colectiva lanzado hacia el futuro”.
Finalmente, la riqueza de dichas revaloraciones no se encuentra, solamente, en los documentos que puedan usarse como fuentes de conocimiento, sino en la mirada del historiador. Desde este punto de vista, cabe hablar de creatividad en el estudio de la Historia: qué tan propositivas son las preguntas que dirigen las nuevas investigaciones.
Lo creo con firmeza: en este siglo hay lugar para festejar nuestra libertad de pensamiento, condición necesaria en el desarrollo de las revoluciones ideológicas. Festejamos que la Independencia sea una realidad que amanece con el Sol, mientras permanezca viva la Memoria del Pueblo y contribuyamos a fortalecer los lazos comunitarios.
¿Podemos, cada uno de nosotros, plantear interrogantes significativas que enriquezcan nuestro contexto social?, ¿tú, qué piensas?
"Festejamos que la Independencia sea una realidad que amanece con el Sol"...
ResponderEliminarY que el Sol, aún brilla cada día en lo alto.
Un abrazo, como siempre :)