No había trineos ni tintinear de cascabeles. Pero sí hielo. Mucho hielo.
La blancura infinita de la soledad.
El hallazgo (de ser posible) ocurriría en la Nochebuena.
La esquela diría: Al impertinente saurio, por su flagrante fe en la Navidad, que terminó sus días en un congelador doméstico (algo así).
fotografías: mvg
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