Desde hace mil años, en la casa del tiempo, Ella recorre las palabras idas.
Alguna vez fue feliz comiendo los jugosos fonemas
que brotaban en la huerta de su padre.
Cuando él murió, se desgarró los ojos en un charco de silencios.
Ahora, la mirada hueca, el semblante gris, la mano enjuta.
Ahora, el rasguño en las cóncavas entrañas de la tierra.
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La sed. Lo ajeno.
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[o acontecer do mundo dentro da palavra, a palavra do canto, do brotar de chão na terra]
ResponderEliminarum abraço, Marisol
LB
Un poema triste porque habla de uno de los peores males que nos deja la vida, cuando alguien de la familia se nos va.
ResponderEliminarEs demasiado duro asimilar que ya nunca más volveremos a tenerlo delante. Se le escapa todo el sentido a la vida. Se queda en tan poca cosa...
No hay agua que sacie esa sed que tan bien dices.
Un abrazo.
José