Literatura & Psicología

7.12.10

El sueño de la realidad

Publicado en La Razón. Tampico, Tamaulipas. Martes 30 de noviembre de 2010.

“Si los sueños no fueran un despertar –dice la filósofa española María Zambrano–, un cierto modo de despertar, hubieran pasado inadvertidos siempre”.

Imaginemos la vida en una vigilia constante, sin la posibilidad de entrar a ese mundo oculto en el que tiempo y espacio dejan de ser lineales y expansivos, en que visitamos todos los tiempos a la vez dando saltos de un lugar a otro, emancipados de la racionalidad. ¿No sería, también, una manera de permanecer dormidos?

El sueño, su forma impalpable –cuyo estudio, desde la perspectiva científica, no logra sino aumentar el enigma–, ha sido eje de innumerables miradas poéticas, a lo largo de los siglos. Ya Homero nos relata su poder para vencer a dioses y monstruos, para anunciar tragedias o bienaventuranzas. Dice la fiel y discreta Penelopea a un forastero en su palacio, sin saber que se trata de Odiseo, su esposo a quien tanto ha esperado: “Hay dos puertas para los leves sueños: una, construida de cuerno; y otra, de marfil. Los que vienen por el bruñido marfil, nos engañan, trayéndonos palabras sin efecto; y los que salen por el pulimentado cuerno anuncian, al mortal que lo ve, cosas que realmente han de verificarse” (tomado de la versión al castellano de Luis Segalá Estalella).

Recordemos a sor Juana, en aquellos 975 versos que, a decir de sí misma, fueron los únicos que escribió por mero gusto, donde describe el acto de dormir: “El cuerpo siendo, en sosegada calma, / un cadáver con alma, / muerto a la vida y a la muerte vivo”.

O los versos que Calderón de la Barca pone en boca del príncipe Segismundo: “¿Qué es la vida? Un frenesí / ¿Qué es la vida? Una ilusión, / una sombra, una ficción, / y el mayor bien es pequeño; / que toda la vida es sueño, / y los sueños, sueños son”.

En esta facultad soñante que al humano ha sido dada, es posible hallar una ruta productiva, un modo de crear. Pero si rompe las ligeras ataduras entre la conciencia y la vida, el soñador se enajena.

Creo que no sólo los individuos sino también los pueblos, las naciones, sueñan. Así, ahora, me parece ver al pueblo mexicano en uno de esos abismos nocturnos. Sin despejar un camino creativo donde se vislumbre un futuro que no esté, de antemano, derrumbado.

Por las mañanas, al abordar el carro de ruta o el taxi que me llevará a mi trabajo, un pensamiento me asalta al ver fugazmente el rostro del chofer, “¿dirá las dos palabras más oídas en el año: narco y balacera?” De pronto sale el tema, a propósito de alguna calle bloqueada o algún camión del ejército que pasa a nuestro lado. Y si no comienza el conductor, probablemente alguno de los pasajeros lo hará.

Es entonces cuando me invade la prisa por despertar de esta realidad. No sé qué resulta más tenso, la charla sobre la violencia, su tono de irritable familiaridad, o el silencio que, a veces, como invisible pegamento nos mantiene adentro del automóvil.

¿Cuándo tendrá nuestro país un despertar auténtico? ¿De qué manera, como entidad colectiva o como ser individual se puede acceder, en las palabras de Zambrano, “al lugar en que la conciencia y el alma entran en simbiosis”? Sólo de esta unión, pueden surgir los “gérmenes de creación”, como poesía, como obra o el vivir mismo.

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