Publicado en La Razón. Tampico, Tamaulipas. Miércoles 4 de agosto de 2010.
Un cronista es un observador. Un gran ojo que mira por el catalejo y el microscopio, desde el panorama general hasta las minucias del entramado social. Un cartógrafo que va trazando, de a poco, nuestro Atlas memorioso.
Imagino el proceso de investigar la Historia como recorrer una inmensa playa (aludo a la analogía del científico polaco Mandelbrot para definir los fractales): entre más cerca de la costa caminemos más detalles encontraremos a nuestro alrededor, notaremos las irregularidades entre la arena y las pequeñas conchitas que, en una vista panorámica, se pasan desapercibidas; la distancia por andar será infinita. Mientras menor sea la dimensión del caminante mayor será el número de particularidades que le sorprendan; siempre podrá acercarse más a la orilla sin llegar completamente.
Así, en la Historia, jamás se arriba a la última frontera. Se requiere, para ampliar el mapa de los acontecimientos nacionales, mirar con atención cada estado, cada población, y el rostro de ciertos individuos cuyo conocimiento nos enriquece.
El padre Carlos González Salas, nombrado cronista de Tampico en 1976, fue un ojo observador, explorador de este puerto que devela piratas y romances, cómplice de poetas, a quien se le dio también el gusto por la Palabra.
Hace dos semanas esta ciudad, que le vio nacer, lo acogió de nuevo en su seno.
Tengo la impresión de que cuando muere el cronista de un pueblo algo del espíritu de éste se va con él. Pero, como una fruta nueva, renacerá toda vez que alguien se nutra con su legado.
El trabajo hecho por el padre González Salas no fue la disección fría de datos acumulados en una mesa de laboratorio, sino la narración amena que, sin perder objetividad, tendió un puente sólido entre la gente y los hechos históricos. Traigo a colación la frase de Benedetto Croce, citada en el libro Tampico es lo azul: “Toda historia es historia actual”. Sin duda, volumen imprescindible para ampliar el conocimiento de nuestra patria chica, desde el Tampico huasteco hasta los tiempos modernos.
Esperemos, en los años venideros, plumas navegantes que sigan cantando al origen: “Otra vez límite horizonte / azul ante mí. / Otra vez todo el mar, / convirtiéndose en espuma.”
Un cronista es un observador. Un gran ojo que mira por el catalejo y el microscopio, desde el panorama general hasta las minucias del entramado social. Un cartógrafo que va trazando, de a poco, nuestro Atlas memorioso.
Imagino el proceso de investigar la Historia como recorrer una inmensa playa (aludo a la analogía del científico polaco Mandelbrot para definir los fractales): entre más cerca de la costa caminemos más detalles encontraremos a nuestro alrededor, notaremos las irregularidades entre la arena y las pequeñas conchitas que, en una vista panorámica, se pasan desapercibidas; la distancia por andar será infinita. Mientras menor sea la dimensión del caminante mayor será el número de particularidades que le sorprendan; siempre podrá acercarse más a la orilla sin llegar completamente.
Así, en la Historia, jamás se arriba a la última frontera. Se requiere, para ampliar el mapa de los acontecimientos nacionales, mirar con atención cada estado, cada población, y el rostro de ciertos individuos cuyo conocimiento nos enriquece.
El padre Carlos González Salas, nombrado cronista de Tampico en 1976, fue un ojo observador, explorador de este puerto que devela piratas y romances, cómplice de poetas, a quien se le dio también el gusto por la Palabra.
Hace dos semanas esta ciudad, que le vio nacer, lo acogió de nuevo en su seno.
Tengo la impresión de que cuando muere el cronista de un pueblo algo del espíritu de éste se va con él. Pero, como una fruta nueva, renacerá toda vez que alguien se nutra con su legado.
El trabajo hecho por el padre González Salas no fue la disección fría de datos acumulados en una mesa de laboratorio, sino la narración amena que, sin perder objetividad, tendió un puente sólido entre la gente y los hechos históricos. Traigo a colación la frase de Benedetto Croce, citada en el libro Tampico es lo azul: “Toda historia es historia actual”. Sin duda, volumen imprescindible para ampliar el conocimiento de nuestra patria chica, desde el Tampico huasteco hasta los tiempos modernos.
Esperemos, en los años venideros, plumas navegantes que sigan cantando al origen: “Otra vez límite horizonte / azul ante mí. / Otra vez todo el mar, / convirtiéndose en espuma.”
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