Hace tiempo, ya, leí que Petia tenía dieciocho años cuando se fue caminando al mar hasta desaparecer.
Su voz se convirtió en un sueño, una ráfaga de soles.
Dejo su poema [aquí].
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El mar y yo
versión Luis Antonio Serrano Guerra.
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Un sin fin de conchitas lloran
me muestran su oscuridad
y retroceden de sus profundos hoyos
maldiciendo la salada humedad.
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La sal fría me coge y quema
y la espuma en la palma se me funde
oscilan emblanqueciendo el dinero del mar
con el aire, la frialdad me bebe.
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Cómo quisiera estar con las conchitas verdes
pero regreso callada al hogar
y las conchitas pareciera que van conmigo
conmigo se va el calor de la ola.
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Ahora entiendo: en el calor de mis palmas
se estrecha el mar salado
En mis sueños los mecía
entonces rápido recoge.
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