Publicado en La Razón. Tampico, Tamaulipas. Martes 16 de febrero de 2010.
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Todos hemos visto, en nuestros años de estudiantes, que el catorce de febrero está incluido entre las fechas solemnes a conmemorar en México. Recordamos que en un día como éste, en 1831, Vicente Guerrero fue pasado por las armas.
Después de terminar la escuela, y sin profesores que nos obliguen a recitar las efemérides en el patio cívico, pocas veces nos hemos detenido a pensar en este hombre que sacrificó su vida por la libertad del país en que despertamos, reímos y soñamos.
Un trabajo sumamente valioso en la reconstrucción de nuestra memoria nacional, que estudia la vida de Vicente Guerrero, es la novela histórica “El guerrero del alba”, de Raquel Huerta-Nava (Grijalbo, 2007). Sustentada en una ardua investigación, la sensibilidad poética se conjuga con el rigor académico para darnos una visión cálida, y a la vez objetiva, de la Historia.
Precisamente la poeta estuvo presentando esta obra en nuestro Puerto en 2008. Y ahora, mientras tengo el libro en mis manos, no puedo dejar de decir que me emociona y me sorprende su narrativa.
“En el siglo XX –menciona Enrique Florescano– la historia profesional se divorció de la memoria colectiva”. En el afán de presentar los hechos con precisión, se desvalorizaron algunas fuentes de gran contenido emocional, por ejemplo, la tradición oral. ¿Cómo se puede escribir algo sobre nuestro pueblo pasando por alto lo que acontece en nuestras fibras más íntimas, lo que nos hiere o nos apacigua?
Estoy segura de que si la Historia se presentase a los niños y jóvenes desde esta perspectiva, que no deja de lado el aspecto humano de sus protagonistas, habría más posibilidades de despertar en ellos un interés genuino por el acontecer del pueblo.
De pronto, la efigie de nuestros héroes luce tan inmóvil entre la juventud como los bustos que adornan los parques y jardines.
Resulta irónico que se haya acusado de traición a quien fue justo, noble y de grandes ideales, que vivió y murió para el bien de los otros. El primer homenaje cívico que se le rindió a Guerrero, después de su muerte, fue en 1833, con la reinstalación del gobierno liberal. ¿Cuáles son los homenajes que le hacemos ahora?
“El título inicial de este libro –apunta su autora en el apéndice histórico– ʻel guerrero del albaʼ, obedece a la idea de su ininterrumpido combate para el nacimiento de la patria, para esa alba o aurora de un país libre y soberano […..] En este tiempo nihilista y cínico, dolarizado, globalizado y materialista tal vez valga la pena como nunca antes recuperar a uno de los mexicanos más enteros, nobles y cabales que hayan servido a la nación […] esa clase de seres humanos llenos de esperanza en el futuro existieron y tal vez existan ahora en México y en el mundo”.
¿Y, nosotros, podemos tener esta esperanza?
Después de terminar la escuela, y sin profesores que nos obliguen a recitar las efemérides en el patio cívico, pocas veces nos hemos detenido a pensar en este hombre que sacrificó su vida por la libertad del país en que despertamos, reímos y soñamos.
Un trabajo sumamente valioso en la reconstrucción de nuestra memoria nacional, que estudia la vida de Vicente Guerrero, es la novela histórica “El guerrero del alba”, de Raquel Huerta-Nava (Grijalbo, 2007). Sustentada en una ardua investigación, la sensibilidad poética se conjuga con el rigor académico para darnos una visión cálida, y a la vez objetiva, de la Historia.
Precisamente la poeta estuvo presentando esta obra en nuestro Puerto en 2008. Y ahora, mientras tengo el libro en mis manos, no puedo dejar de decir que me emociona y me sorprende su narrativa.
“En el siglo XX –menciona Enrique Florescano– la historia profesional se divorció de la memoria colectiva”. En el afán de presentar los hechos con precisión, se desvalorizaron algunas fuentes de gran contenido emocional, por ejemplo, la tradición oral. ¿Cómo se puede escribir algo sobre nuestro pueblo pasando por alto lo que acontece en nuestras fibras más íntimas, lo que nos hiere o nos apacigua?
Estoy segura de que si la Historia se presentase a los niños y jóvenes desde esta perspectiva, que no deja de lado el aspecto humano de sus protagonistas, habría más posibilidades de despertar en ellos un interés genuino por el acontecer del pueblo.
De pronto, la efigie de nuestros héroes luce tan inmóvil entre la juventud como los bustos que adornan los parques y jardines.
Resulta irónico que se haya acusado de traición a quien fue justo, noble y de grandes ideales, que vivió y murió para el bien de los otros. El primer homenaje cívico que se le rindió a Guerrero, después de su muerte, fue en 1833, con la reinstalación del gobierno liberal. ¿Cuáles son los homenajes que le hacemos ahora?
“El título inicial de este libro –apunta su autora en el apéndice histórico– ʻel guerrero del albaʼ, obedece a la idea de su ininterrumpido combate para el nacimiento de la patria, para esa alba o aurora de un país libre y soberano […..] En este tiempo nihilista y cínico, dolarizado, globalizado y materialista tal vez valga la pena como nunca antes recuperar a uno de los mexicanos más enteros, nobles y cabales que hayan servido a la nación […] esa clase de seres humanos llenos de esperanza en el futuro existieron y tal vez existan ahora en México y en el mundo”.
¿Y, nosotros, podemos tener esta esperanza?
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Por eso es que prefiero mejor la novela histórica que los libros de historia y las enciclopedias con sus datos raquíticos.
ResponderEliminarTienes razón, a fin de cuentas quienes se hallan hoy en los libros de historia, eran hombres como nosotros, que sentían y que poseían ideales humanos.
Un saludote, Marisol, espero verte muy pronto :)