Dispersión simultánea, Reneé Acosta, Mantis editores / ICHICULT, 2014
de
la Noche y del Día, sujetas entre un dintel
y
un umbral de piedra, altas hasta el éter,
cerradas
con ingentes hojas,
de las que la Justicia fecunda
en penas guarda las llaves maestras.
Parménides
¿Su conciencia es este
número…?
del film Pi, el orden del caos
1.
El
viaje comienza en el umbral entre el sueño y la entidad de las cosas. El(la) protagonista del poema emigra luego de
contemplarse en ese mismo sueño. ¿Es numen o mortal? ¿Acaso la propia alma de Reneé,
como la de Juana Inés en “Primero Sueño”, que ansía contemplarlo todo? ¿O se
trata de Brahama soñando el universo? ¿Se trata de Ometeotl, el dios mexica que
se pensó y se inventó a sí mismo?
Dice
(canta) la poeta: Mientras duermes emanas
la cúpula celeste...
2.
Ahora
se habla del gran diseño; se habla sobre
la teoría M, la teoría Maestra, la que unifica las fuerzas fundamentales del
cosmos.
—¿Te
acuerdas, Einstein, cuánto la deseaste?
La
teoría del todo, el Santo Grial de los físicos.
—Señor
Hawking, tomo apuntes: Estamos en la época del todo. Estamos en la época sin filosofía. Los filósofos
contemporáneos no saben de ciencia. Dice usted que la filosofía ha muerto.
3.
A la
autora de este poema-libro lo que le importa es el espíritu, la parte más
elevada y divina del alma, el Nous.
Le importan el ritmo y la forma, en ese punto donde la física y la metafísica,
cual membranas, se alabean, se rozan, se superponen. Mientras el aire se dobla y desdobla / en la trompeta sideral de un músico, / sus notas se conectan a los hilos del universo / y un hilo de gravedad hace caer una hoja.
La
poeta nos revela que le ha tomado 7 años enhebrar la totalidad de sus versos. Sin
prisas, como sacerdotisa encargada de cuidar el fuego sagrado de la palabra, se
recoge en el silencio para avivar las llamas del poema.
4.
Anunciaba
Giovanni Papini, durante la primera mitad del siglo XX, que el lugar de los
filósofos había sido, ya, ocupado por los poetas. Y dirían, las voces de este
siglo, que los físicos son quienes hacen hoy la filosofía. Ciencia y poesía, lo
lógico y lo irracional, el método y la intuición. O, como nos haría ver
Saint-John Perse: “En verdad, toda creación del espíritu es, ante todo,
´poética´, en el sentido propio de la palabra. Y en la equivalencia de las
formas sensibles y espirituales, inicialmente se ejerce una misma función para
la empresa del sabio y para la del poeta”.
5.
La
materia es música.
—No
son puntos, Demócrito, son cuerdas. Tensas, vibrantes, cuasi infinitamente
pequeñas.
Somos
notas musicales danzando en un gran concierto. Eso dice la teoría de
supercuerdas, esto nos induce a pensar el poema-libro de Reneé Acosta. Un libro
que ofrece una lectura simbólica, profunda, tanto como una lectura llana y
musical.
¿Pues
qué no la posmodernidad es un vivir ausente de símbolos? ¿No es ahora nuestro
único estandarte el selfie?
La
poeta no teme recurrir a símbolos antiguos, los trae a cuenta, los resignifica
cuando un pez da con la roca / y con la roca da el destino. Este pez nada
en medio de un oleaje rítmico, ¿el tiempo? Aquí el tiempo no es lineal, no es
una flecha definida e irreversible, sino una espiral que torna sobre sí misma,
lo que nos hace suponer que el caos del universo puede retroceder a un estado
de perfección y volver a crecer, en ciclos interminables.
“Igual me es todo punto de partida, pues he de volver a él”, dice
Parménides. Así, a guisa de una cinta de Moebius (a la que Reneé dedica un
libro aparte), volvemos a las mismas imágenes luminosas: la roca, el pez, la
espiral, el ojo… sus múltiples interpretaciones.
Acaso sea el pez que brota de las aguas mesopotámicas para rendir
culto a Ea, diosa de la sabiduría; el que descansa en las plantas de los pies
de Buda liberándolo de la tiranía de los deseos; el que simboliza al Cristo o
el designio de los hombres en el Nahui
Atl (sol de agua).
Un pez da con la roca / y con la roca da el destino. La roca,
efigie de los poderes mágicos que residen dentro de la materia, los huesos
metafóricos de la madre tierra.
6.
¿Se
aventura la poeta a buscar el nombre de Dios? En esta época de ateísmo
evangélico creer en Dios es un acto de rebeldía. Reneé, desde su postura de mujer
intelectual (recalco su feminidad, el binomio de su escritura desde el útero y
el intelecto) reivindica la necesidad de Dios en el mundo, no un dios
antropomorfo ni dogmático, sino un dios-cosmos, expansivo, autocontenido en sí
mismo.
Sea,
tal vez, su poema una forma de alabanza. El poema, que es al mismo tiempo muchos
poemas, hace del lector un ente activo que recurre a las preguntas esenciales,
su estar-ahí Heideggeriano.
¿Será posible penetrar la conciencia
de Dios a través de los números? ¿Qué
somos en el fondo, sino códigos?
Reneé evoca la frecuencia de
Fibonnacci, el matemático italiano del siglo XIII, relacionada con la
proporción áurea, ideal de belleza. Clama la poeta: Expandiéndose, Señor, mientras sueñas el todo multiplicado. Como
evoca los fractales, esas formas que fascinaron a otro matemático, Mandelbrot, llámese perfección o copo virgen de azar.
7.
Cada poema de este libro puede leerse como una unidad, al mismo tiempo
encadenarse al todo poético, por lo cual restituye el gozo de los alientos
largos, tan poco usuales en nuestros días en los que no hay tiempo para leer demasiado,
para mirarse al espejo ni para pensar.
Al margen de cualquier moda, sin obedecer a los cánones circundantes, Reneé
construye un largo y meditado canto por el que se pasean filósofos
presocráticos tanto como físicos y matemáticos modernos: sus ideas, hechas una
con la poesía, son imágenes que se dispersan, rebotando unas contra otras en la
conciencia del lector.
Mucho me recuerda el Pleroma
del que hablaba Jung en los Septem
Sermones ad Mortus, cuando Reneé Acosta dice: Mi camino son todos los caminos / mi aire respira en todos los alientos.
—No,
señor Hawking, la filosofía no ha muerto: se ha vuelto canción.
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