Publicado en La Razón. Tampico, Tamaulipas, jueves 28 de agosto de 2014.
Rayuela
es de esos libros que, antes de leer por completo, empecé muchas veces, con
apasionados escarceos, hasta que de pronto una especie de aceleración me hizo
continuar sin poder detenerme para agotar los capítulos. Fue, toda proporción
guardada, como mi encuentro con “Primero sueño”. Alguna vez, mi querida amiga
Ana Elena Díaz Alejo me dijo que este poema de Sor Juana tiene precisamente
dicho efecto en ciertos lectores: hay que empezarlo una decena de veces antes de acabar
de leerlo (y muchos se quedan en el intento). Lo mismo vale para el Ulises de
Joyce (habría que añadir, encuentro en éste semejanzas con el ludismo
lingüístico de la novela de Cortázar).
Cuando
esta columna sea publicada y tú te encuentres leyéndola, habrán pasado un par de
días del centenario del natalicio de Julio Cortázar, el 26 de agosto, que es cuando la
escribo.
Tomo
mi Rayuela, una edición de 2000, de la editorial Cátedra. La leí en aquellos
años cuando era una joven hambrienta de palabras (y el hambre aún persiste
aunque no tanto, ya, la juventud). Encuentro entre las primeras cosas
subrayadas ésta: “Andábamos sin buscarnos pero sabiendo que andábamos para
encontrarnos”. Frase harto manoseada y citada hasta en los memes, pero,
indiscutiblemente poderosa. No es casualidad haberla subrayado hace 14 años.
Voy
siguiendo el mapa de mis líneas subrayadas y al hacerlo me persigo a mí misma, “les
gustaba vencer el desafío de no encontrarse”, me descubro, y veo cuánto influyó en mi cartografía mental este libro, “casi siempre acababan por encontrarse y
se reían como locos, seguros de un poder que los enriquecía”.
Dice,
a manera de posdata, el editor Andrés Amorós, que a punto de salir esta edición
(la original, fechada en 1984) Julio Cortázar muere en París, por esta razón se
incluye una fotografía de su entierro en Montparnasse.
¿A
qué otros lugares me conducirá esta re-lectura, siguiendo el camino trazado en sus páginas hace más de una década? Quizá, como dirían Oliveira y
la maga, inexplicablemente la respuesta invalida la pregunta.
Estimada Marisol, te confieso que yo soy de ésos que empezaron a leer Rayuela y Ulises -no así con el "Primero sueño" de la hermosa monja mexicana- y dejamos el libro a un lado. También te digo que eso ocurrió durante mi época de estudiante de la licenciatura, donde tenía que cumplir con la lectura de una lista de libros que me exigían en las clases. Ahora que te leo, me queda esa inquietud para acercarme a ambos libros, pero esta vez con un montón de años más y mayor interés en las letras. Te agradezco este "reto indirecto" que me has lanzado. Abrazo.
ResponderEliminarGracias a ti, estimado Ramiro, por leer y comentar este artículo. Como bien señalas, la lectura obligada de las escuelas no suele ser la mejor opción para acercarnos a una obra :) seguramente disfrutarás este reencuentro.
Eliminar