Literatura & Psicología

27.7.14

Violencia de género: "por tonta, porque te gusta, si yo fuera tú"

En no pocas ocasiones, para quienes ven desde afuera una situación de violencia de género ocurrida dentro de la pareja, resulta fácil juzgar. Lo más curioso es ver mujeres juzgando mujeres: “está bien pendeja, ya hubiera dejado al marido”, “si yo estuviera en su lugar ya le habría dado de golpes al fulano”, “la culpa es de ella por dejarse maltratar”… y así.

A menudo la mujer que es víctima de violencia no tiene los recursos emocionales ni materiales o el conocimiento necesario para liberarse de la situación de maltrato.

Cada caso es único, pero en casi todos la percepción de la realidad en quien es violentado está alterada. El agresor se ve rodeado por un halo de poder difícil de destruir en la psique de su víctima, aunque en el mundo real no siempre tenga grandes atributos, como fuerza o inteligencia. Ella pierde la capacidad de pensar congruentemente y va creando tolerancia al maltrato como el alcohólico la crea hacia el alcohol.

A veces la violencia se genera de modo gradual y la persona no se percata cabalmente del grado al que han llegado los conflictos; otras, aparece de pronto, como un tsunami. En cualquiera de los dos casos la dinámica es compleja y la mayoría de las veces ella necesitará ayuda tanto para ver objetivamente lo que le está pasando como para cambiar su situación de vida.

Quiero objetar aquí ante ciertos mitos que he escuchado:

Sólo les pasa a las mujeres tontas. Hay mujeres inteligentes que pueden tener una relación destructiva. La inteligencia no es una planicie uniforme, sino una especie de rompecabezas donde no todas las piezas están perfectamente ensambladas. La razón tiene sus puntos ciegos. A veces una gran inteligencia puede hacer precisamente que la mujer no logre discernir cosas muy básicas, de sentido común, porque intelectualiza y racionaliza lo que una mirada simple notaría con facilidad.

Sólo las que tienen baja autoestima terminan con un hombre así. No necesariamente. Una mujer con una autoestima alta puede simplemente enfrentare a una pasión, a la hipnosis química del amor, a una imagen falsa (son muchas las posibilidades) e involucrarse con un hombre que la lastime. Por supuesto, dicha relación sí acabará afectando su autoestima.

Eso nada más les ocurre a las que tuvieron un padre abusivo. Los factores que pueden conducir a una relación violenta son muchos y no podemos reducirlos a esta causa.

Hablar es fácil, para eso están las autoridades. No, hablar no es fácil. Requiere de un proceso en el que la mujer se dé cuenta de lo que le está pasando y traspase las barreras psicológicas, el miedo, la vergüenza, el dolor, para saber qué decir y a dónde acudir. Por otra parte, “las autoridades” no siempre cumplen su papel cabalmente. Hay ocasiones en que, en vez de resolver las dudas o brindar apoyo, dejan a la mujer con más conflictos internos o al menos igual que como estaban. Por ello es indispensable tejer una red de información y de apoyo en torno a las personas afectadas por la violencia.

Mientras no hayan llegado a los golpes no es tan grave. No existen planes preventivos eficaces, pareciera que la ley sólo actúa cuando ya ocurrió un desastre mayor (y a veces ni así); se le da prioridad al maltrato físico como si otras formas de violencia no fuesen iguales o peores. La coerción psicológica, por ejemplo, podría conducir a la mujer hacia el suicidio o mínimo a una neurosis. La violencia económica puede dejar a la víctima sin posibilidades de tener una vida digna, atención médica o alimentación.

Una vez que te libras del agresor, te libras del problema. No. Cuando la agresión termina el trabajo emocional de la mujer apenas comienza. Muchos patrones condicionados le harán revivir el dolor y la ansiedad en momentos cotidianos de su vida. Necesita reeducarse, crear patrones de conducta nuevos, recordar quién es ella fuera del esquema al que estuvo sometida.

Está allí porque le gusta. No dudo que puedan crearse vínculos enfermizos y hasta cierto placer morboso en algunos casos, pero por lo regular la mujer no está allí por gusto, la dinámica emocional es compleja, entran en juego factores como la culpa o el miedo que hacen difícil tomar decisiones.

Yo estoy por encima de eso. Aferrarse al “a mí no me puede pasar”, hace que no detectemos las señales de alerta. No se trata de mantener una actitud defensiva ante la vida, sino de estar atentas a los factores de riesgo y, sobre todo, mantenernos informadas de nuestros derechos: 




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