Literatura & Psicología

18.12.13

Una ecuación es un poema



Publicado en La Razón. Tampico, Tamaulipas, jueves 12 de diciembre de 2013.

Cuando hablamos de grandes escritores que pasaron por la vida sin fama ni gloria uno de los lugares comunes es Kafka. Al menos a mí me resulta imposible ver un escarabajo sin evocar a Gregorio Samsa. Este fenómeno de mentes creativas que cambian el rumbo del pensamiento humano no se circunscribe a las artes, por supuesto, sino a otras disciplinas. Hoy quiero citar a un matemático: Pierre de Fermat.

     De origen francés, Fermat (1601-1665) fue llamado “príncipe de los aficionados” porque, nada más en sus ratos libres, descubrió el cálculo diferencial antes que Newton y Leibniz, y el principio fundamental de la geometría analítica (crédito que se le quedó a Descartes, quien lo consiguió por otro método), ¿qué más?, ah, sí, sus aportaciones a la teoría de números. Al parecer no le interesaba mucho la fama: en vez de publicar sus descubrimientos, Fermat los anotaba en los márgenes de los libros que leía.
 
     Pues bien, durante muchos años fue un reto común entre los matemáticos ir resolviendo los teoremas planteados en estas anotaciones. De a poco, sólo uno quedó sin respuesta ¡por tres siglos y medio! 

     Quien crea saber lo que es la paciencia que tome de ejemplo a Andrew Wiles, un matemático de nuestros tiempos, nacido en Inglaterra a principios de los cincuenta del siglo pasado: desde niño se hizo el propósito de resolver el último teorema de Fermat y lo cumplió en el 95; para lograrlo ¡se aisló del mundo siete años!

     “Tal vez –dice Wiles la mejor manera de describir mi experiencia al hacer matemáticas sea la de entrar a una oscura mansión; uno entra a la primera habitación y está oscura, muy oscura. Uno avanza a tientas tropezando con los muebles y gradualmente aprende donde está cada mueble y finalmente, al cabo de seis meses, o así, encuentras el interruptor de luz, lo enciendes, y de repente todo se ilumina, puedes ver exactamente donde estabas”.

     Tú podrías preguntarte por qué tanto empeño en responder este planteamiento habiendo mil cosas de qué ocuparnos en el mundo. Quizá muchos matemáticos te dirían que por el placer puro del conocimiento. Las matemáticas son un juego. Las sociedades que juegan son las que más rápido evolucionan. G.H. Hardy sostenía la idea de que gran parte del conocimiento científico no aportaba ningún beneficio práctico, sino que era un fin en sí mismo (criterio que podrías aplicar a las artes). 

     Un matemático puede conmoverse frente a una ecuación como un músico ante una sinfonía. Por algo dijo Morris Kline: "Una demostración realizada con elegancia es un poema en todos los sentidos, salvo por la forma en que está escrito". 


Imagen: Pierre de Fermat

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