Literatura & Psicología

30.10.13

El cuento del gran almirante

Publicado en La Razón. Tampico, Tamaulipas, jueves 30 de octubre de 2013.

Un cuento muy difundido en occidente –mantenido por nuestros profes de primaria–  es que Colón tuvo que luchar contra la idea de que la Tierra era plana y que los navegantes que intentaban ir hacia el oeste para llegar a Asia, podían caerse por el filo del mundo. Este mito, por supuesto, nos vende la creencia de que el almirante era un visionario, un precursor. Pero en la época de Colón la gente ilustrada se daba por enterada de que el planeta era redondo. Desde hacía más de mil años antes, la obra “Geografía”, de Ptolomeo, había asentado esto, y, aunque pasó varios siglos en la oscuridad, para el siglo XIII ya estaba de nuevo en circulación, y en el siglo XV se había traducido al latín; Colón poseía un ejemplar impreso en 1479 (trece años antes de que “descubriera” América).

Precisamente, la idea de que la Tierra era esférica parece haber sido el argumento que usaron contra Colón los consejeros de la corona española: como no entendían los efectos de la gravedad, temían que, en cierto punto, el ángulo de inclinación del planeta haría imposible el retorno a los navegantes.

La geometría (medición de la Tierra) no había avanzado al mismo nivel de la geografía (descripción de la Tierra). Hacer un mapa no es una tarea simple, mucho menos si es de todo el mundo (representar en dos dimensiones la superficie de una esfera causa serios errores de interpretación). No la forma, sino el tamaño de la Tierra era lo que causaba recelo a los implicados en autorizar el viaje de Colón; Ptolomeo había subestimado su tamaño en un veinte por ciento –más cerca de la cifra correcta estaba Eratóstenes, quien vivió en Alejandría hace dos mil doscientos años y calculó su circunferencia con un margen de error de sólo un diez por ciento–; si el almirante hubiera sabido la distancia real probablemente no se habría embarcado.

Pero, lo preocupante no es que nos hagan ver a los coetáneos de Colón como una bola de incultos, sino que se les haga creer a nuestros niños que un halo de fraternidad rodea este acontecimiento. Creo que en América no tenemos por qué celebrar lo que no fue un descubrimiento, sino el principio de una barbarie, un saqueo y una fractura histórica. Por supuesto, no tendríamos por qué ahora estar enojados con España: hablamos español, y el mestizaje no sólo es genético, sino ideológico y lingüístico; esto no implica que festejemos alegremente un evento por el que miles de personas fueron masacradas y desposeídas de su cultura.

Mesoamérica, al igual que Mesopotamia, fue una civilización originaria que tenía una evolución propia. La llegada de los españoles cambió el ecosistema y, a través del uso arbitrario de las tierras para la ganadería, se empujó a los pueblos originarios hacia laderas escarpadas, sierras inaccesibles y montes. La historia debería ser contada en las escuelas como es, no seguir dando la visión de los vencedores, ¿no te parece?

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