Literatura & Psicología

17.11.09

lecturas añejas

sólo hay que sentarse sobre una piedra a tejer uno a uno los minutos del día, esperar a que la sombra anegue el horizonte y haga sonar sus campanas.
El Viento es una mano que desnuda mi piel. No hay nada más allá del abrazo de los ríos. El Tampaón se aviene con los matorrales en un largo quejido.

Mi cuerpo es un libro.
Las nubes, como una manada de lobos, pasan y se alejan.
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