Literatura & Psicología

12.10.09

un canto para la raza

Publicado en La Razón. Tampico, Tamaulipas. Domingo 11 de octubre de 2009.

“¡América, América mía!” Clama nuestro poeta de los colores y los paisajes, Carlos Pellicer, en el primer verso de su poema iberoamericano Piedra de sacrificios. Fruto de aquel mítico viaje realizado en 1922 por el sur del continente, donde vio galopar los océanos y crecer las montañas en compañía de José Vasconcelos y otros jóvenes intelectuales.

Un pueblo con artistas es un pueblo con voz. Alguien debe recordarnos la belleza del universo y el dolor de la existencia; narrarnos la Historia desde la mirada de los cóndores y los reptiles, los árboles y las ciudades, las muchachas y los labriegos, las balas y los aviones; afirmar la Vida y escribir una crónica de lo que nos empeñamos en olvidar. La tristeza. La furia. El desconcierto. La imagen de nuestros abuelos corriendo con las entrañas abiertas.

Quetzalcóatl, la serpiente emplumada, se hace a la mar luego de ver su rostro en un espejo. ¿Es ésta una metáfora del espíritu mexicano?, ¿nos fugamos de nuestro reflejo, de nuestra faz cubierta de cicatrices?

En otra vertiente se encuentra el asombro, el empeño y la dedicación de los evangelizadores y fundadores de ciudades –entre los que destacamos, por supuesto, a fray Andrés de Olmos, sin el cual no podemos hablar de Tampico.

¿Qué múltiples significados tiene, ahora, el desembarco de Cristobal Colón en la Isla Guanahaní hace más de quinientos años?

Durante siglos las grandes culturas de nuestro continente permanecieron al margen de la historia universal. Si bien se les llegaba a mencionar no se reconocía su verdadera importancia en el curso de la humanidad.

Afirma Miguel León-Portilla en su breve ensayo “Mesoamérica: una civilización originaria” (revista Arqueología mexicana, Vol. 79), que el desarrollo de ésta es análogo al de Egipto y Mesopotamia, y a los valles del río Indo y el río Amarillo, por ser civilizaciones originarias, es decir, que su origen se ha producido autónomamente. Es también el caso de la región Andina. Otras civilizaciones, como Grecia –aunque fue dueña de una cultura extraordinaria–, deben considerarse derivadas o encaminadas por diversos núcleos civilizatorios.

Colón ignora las revoluciones que habrán de generarse a partir de sus viajes. No es el llano encuentro de dos mundos (lo pienso). Es el nacimiento de un mundo radicalmente distinto que bebe de la sangre aborigen de estas tierras, la sangre europea y densas oleadas de Asia y África.

Escenario de los hombres y sus batallas son las cordilleras, los eriales, las grutas, los campos. ¡Ah!, ¿pero es ésta, en la que despertamos tú y yo cada día, la misma América a la que le cantó Pellicer? ¿Es el México que vemos retratado en los noticieros, la Suave Patria de López Velarde?
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