Literatura & Psicología

16.9.19

Rodajas asimétricas

De lo ordinario, el amor y la memoria. 


Hay cosas para las que la poesía no alcanza, cosas por las que bien podría deslizar el cuchillo en la muñeca en un intento por ahuyentar el recuerdo, la imagen que asalta los pequeños huecos de la memoria, entre el olor de los polvorones con azúcar y la mueca oxidada de una boca que maldice, maldice, maldice. Pero en vez de eso elijo picar una manzana verde en rodajas asimétricas, observar el salto dulce del agua que brota desde la pulpa blanca. Elijo acomodarme el cabello frente al espejo montado en la pared, arriba del frigobar, y observar con fascinación cada línea marcada en el rostro. Elijo respirar hondo y untar crema de coco en mi vientre, en mis pechos que no producen más el calostro ni el tibio manantial de la lactancia. Elijo girar el ventilador en dirección a mis hijas para que el calor se espante un poco y ellas jueguen a gusto; su fragilidad me deslumbra, intento no pensar en esas cosas de las que no puedo hablar. Pero se instalan sobre la corteza cerebral y entonces dejo de luchar contra ellas, las veo ir y venir sobre la pista neuronal como autos de carreras, ¿por qué debo liarme con la mente? Miro los pensamientos saltar acelerados, con voluntad propia, me siento en el borde de la cama a verlos pasar hasta que la carrera se agota y estoy de nuevo vacía, en esa quietud que precede a la sonrisa, a la esperanza, a los pies despegándose del suelo, al movimiento de la mano para servir la manzana en un bowl transparente y elevar la voz: "Mis amores, la comida está servida".

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