Literatura & Psicología

7.12.14

Contra los clichés

 Publicado en La Razón. Tampico, Tamaulipas, jueves 4 de diciembre de 2014.

Todos los escritores (y artistas en general), en algún momento de nuestras vidas nos hemos visto tentados a asumir algún mito o algún cliché y más de uno se queda anclado a este como si fuese una verdad absoluta; por mi parte, quiero comentar algunos de ellos:

La angustia ante la hoja en blanco (o, para ir con la época, frente al blog o la página de Word): Es quizá el cliché más citado, sobre todo por los que traen encima rezagos de un pseudoromanticismo. Imaginamos la expresión desesperada de un poeta ante una limpia superficie en espera de aquel frenesí místico que le hará soltar metáforas. La realidad es que escribir es un oficio y, como cualquier otro, requiere tiempo, dedicación y esfuerzo. Sobre todo, experiencia e intuición. Y, claro, talento, esa parte de “magia” que hace la diferencia entre una obra común y una obra maestra. Pero el talento sin oficio no llegará muy lejos. Aunque no dudo que haya gente muy talentosa a quien de vez en cuando se le secan las seseras, me atrevo a pensar que las más de las veces esto de la dichosa angustia es mero pretexto para quienes quieren justificar su falta de imaginación y su pereza.  

Los escritores son muy infelices y sufren por todo. Pensar, el acto de pensar, es aterrador, porque nos saca de la zona de confort mental en la que nuestra sociedad tiende a confinarnos. Televisión, religiones, gobiernos, centros comerciales, a menudo están confabulados para reducir el pensamiento a niveles básicos. Y el escritor pues se la pasa pensando, hurgando en sus heridas, rastreando en su memoria. Esto, claro, conlleva sufrimiento. ¿Pero ha de significar esto, forzosamente, que no pueda también sentir alegría, incorporar incluso este dolor cotidiano a su vida que, valorada en conjunto sea dichosa? ¿No produce el hecho mismo de escribir un placer inmenso? Seguramente hay espíritus que no fueron hechos para la dicha, que no soportan las cosas felices, ¡pero no es una regla! Personalmente desconfío de aquellos que asumen una postura extrema y no dejan lugar para el amor, la amistad, la risa.

La literatura es para unos cuantos elegidos. No todo el mundo le va a hincar el diente a Borges o a Joyce, pero la literatura es muy vasta y yo parto del postulado de que si cada persona se acerca al libro o al texto adecuado para ella, lo disfrutará en verdad. Creo también que el acto de escribir, de confesarse a través de la palabra, es una necesidad humana, ¿por qué hemos de desaprobar a quienes, sin ser escritores un buen día quieren contar algo? De hecho, pienso que la sociedad mejoraría si hiciéramos de la escritura creativa algo cotidiano. No quiero decir que el arte vuelva buenas a las personas, sino que, simplemente, tendríamos una sociedad más lúdica y ese juego libre de ideas tendría un poder renovador.

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