Literatura & Psicología

1.10.14

Memoria del dolor

Publicado en La Razón. Tampico, Tamaulipas, jueves 2 de octubre de 2014

A pocas semanas de dar a luz por tercera ocasión olvidé cómo era. Durante varios días sólo tuve una percepción subjetiva de algo que desciende por el cuerpo y la imagen de mi puño golpeando una barra de metal; la inyección de oxitocina, las tijeras abriendo camino, los gritos de las otras parturientas, las cabezas coronando entre las piernas de algunas mujeres, la blancura de los muros, esa irracional certidumbre de ser un títere, un manojo de animalidad, pero no alcanzaba, de veras, ni un poquito, a recordar cómo era el dolor.

Cuando por fin llegó, con cada nuevo espasmo iba reconstruyendo la memoria del dolor anterior. Comprendí entonces –ahora parece obvio– que cada nueva herida nos revela algo de las que le antecedieron, y que cada dolor tiene un carácter particular aun al emerger desde la misma fuente. Su huella permanece en espera de una oportunidad para resurgir.
Éste es el malestar que antecede a la vida y a la creación. Pero el dolor también proviene de la pérdida, de la mudanza, de la violencia sin sentido del mundo. Y ahí es peligroso “olvidar”. En cualquier caso, es una señal que nos induce a buscar una respuesta, un aviso de que algo debe cambiarse.

Al tener a mi pequeña hija en brazos pienso en todas las posibles maneras de parir; pienso en nuestra patria, preñada de promesas, ¿desde cuándo tiene dolores de parto? Hace días celebramos su “Independencia”, un festejo salpicado de incongruencias y lagunas: ni el 15 ni el 16 de septiembre fueron en realidad la fecha en que nos consolidamos como nación, sino el 27, y, bueno, hay que ver hasta dónde realmente se solidificó una nación y hasta dónde fue una urdimbre de mitos y realidades a medias. ¿Qué festejamos si nuestro presidente se olvida del elemento primordial que constituye un país libre: la seguridad? ¿En qué medida nosotros, pueblo, lo hemos consentido?

He visto hace un par de días a la poeta Cynthia Rodríguez Leija unirse de manera activa a las protestas de familiares y amistades de jóvenes desaparecidas o asesinadas en el estado de Chihuahua, quienes demandan justicia a las autoridades. “He decidido participar activamente –declara–. No soy cómplice del letargo ciudadano y del engaño nacional. Doy un paso contra la intermitencia del estado de derecho. Apoyo a las madres en huelga de hambre. Trabajamos en promover sus demandas. Disculpe las molestias”.  
(Información en la página Nuestras hijas de regreso a casa)

Ellos, los que luchan, poseen el terrible poder de la memoria. ¿Y cómo  pasar por alto la drástica manera en que Tampico y otras ciudades han sido varias veces secuestradas? Nuestras causas en el fondo son una misma, desde nuestro sitio y posibilidades podemos ir contribuyendo a que México tenga un pensamiento fértil. Tengamos memoria del dolor, que nuestro malestar colectivo sea el sendero para que nazca una auténtica nación libre, donde mis hijos y los tuyos puedan caminar tranquilos.   


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