A
principios de febrero recibí la invitación de la poeta Cynthia Rodríguez Leija,
oriunda de Nuevo Laredo y radicada actualmente en el D.F., para colaborar en un
luminoso proyecto editorial: la segunda temporada de la revista literaria La
linterna mágica. Hace unos días vi, en una fotografía, su rostro satisfecho,
no sin un dejo de cansancio, mientras sostiene en las manos el fruto de su
labor.
Una
mujer editora: ésta es una imagen cada vez más frecuente en los círculos
culturales. Lejos nos parecen ya –por suerte– aquellos días del siglo XIX en
que se editaban revistas como El panorama de las señoritas mejicanas –remix
de publicaciones extranjeras como El diario de la muger en París, ya se sabe,
en México nos encanta apropiarnos de modas e ideologías de otros lados– para
educar sentimentalmente al “bello sexo”. El objetivo era formar a la mujer
ideal a través de la literatura. Claro, quienes escribían estas revistas eran,
casi en su totalidad, varones. No sé cuántas plumas femeninas habrán pasado por
sus páginas, parcamente encuentro por ahí el nombre de Gertrudis Gómez de Avellaneda, poeta cubana que gozó de tanto
prestigio en su época que hasta se le consideró candidata para pertenecer a la
Real Academia –puesto que terminó ocupando un
hombre.
Tal vez los versos de Gertrudis se consideraran
inofensivos y apropiados para las damas, cuyos castos ojos se cuidaban de
textos transgresores y de excesivos conocimientos científicos que podían
llevarlas de la “inocencia virtuosa” a ser “sabios pedantes”. Lo positivo, si
queremos verlo así, de estas publicaciones herederas de la Ilustración, era su
interés por la educación en el desarrollo social.
En la Nueva España no habían sido raras las
mujeres impresoras; las imprentas solían ser empresas familiares y muchas veces
ellas heredaban el negocio de su marido. Lo común era que aparecieran en los
libros como “viuda de” o “esposa de”, salvo algunas excepciones como María
Rivera Calderón y Benavides, del siglo XVII, que no se casó y firmaba con su
propio nombre.
Hacia 1870 la mujer mexicana tuvo mayor
participación en la redacción y elaboración de periódicos femeninos.
Mucho tuvo que pasar aún para construir a la
mujer moderna, lectora y editora, más allá del ámbito privado –el hogar–; en
medio de la posmodernidad el individuo femenino aún se está construyendo. Sigo
viendo en las publicaciones periódicas, antologías y ediciones en general –no
especializadas en un género–, lagunas en lo que concierne a voces femeninas.
Por lo pronto, mi felicitación y mi sincera admiración a Cynthia, quien nos ha
prometido que la luz de su linterna no sólo alcanzará el D.F., sino también
Tamaulipas, Coahuila y Nuevo León.
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