sobre la barda hay un águila
real encadenada de una pata, un halcón cubierto de sombras y otra águila
pequeña, de espaldas, con la cabeza hacia atrás. En el suelo, un pichón
desgarra a picotazos los restos del ala y el pecho de un ave muy grande. Plumaje
amarillo y vaporoso manchado de rojo.
¡Haku!, grito a mi hijo, ven,
mira. Qué cosa, pregunta él. Ven, mira, esta es un águila real. El niño se
agita emocionado, sonríe.
En el patio han quedado
rastros de sangre y agua.
Soñado el sábado 5 de abril de 2014.
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