Literatura & Psicología

29.3.14

Octavio Paz o las trampas de la fama

Publicado en La Razón. Jueves 27 de marzo de 2014.

En los últimos años afirmar que he sido lectora de Octavio Paz se me ha vuelto casi un estigma, pues a menudo el personaje, su imagen política, su investidura, ensombrecen la médula de su obra y dan pie a las opiniones más diversas acerca de él, no siempre favorecedoras. Que si Elena Garro era la parte "auténtica" de la relación, que si era la olla para dar de palos de los infrarrealistas…

Asociado, ya, con la tradición, Paz no parece asombrar a algunos de quienes pugnan por una literatura “de vanguardia” en nuestros días, o por los que dicen inclinarse hacia la contracultura. Lo curioso es que, más de una vez, he oído severas críticas a su persona en quienes, estoy segura no han leído medio libro suyo.

Pero voy a ser sincera, desde un principio me acerqué más a sus ensayos que a su obra poética. Su amplio conocimiento sobre historia y mitología, su curiosidad insaciable, su forma de elevar al misticismo el arte me sedujeron. De hecho, gran parte de los conceptos que maduraron en mí, en torno a la literatura emergieron de “El arco y la lira”, especialmente aquello de que “el poeta pone en libertad su materia, el prosista la aprisiona” o eso de que “el hombre es un ser que se ha creado a sí mismo al crear un lenguaje”. Son breves sentencias que de alguna forma se volvieron parte de mi organismo y apenas fui consciente del grado en que esto ocurrió, hace unos días, al releer algunos pasajes de sus libros.

Mi motivación para sacar de su letargo estos gruesos volúmenes dormidos desde hace unos años en mi modesta biblioteca fue el centenario de su nacimiento: como bien sabemos, vio la luz el 31 de marzo de 1914.  

Al margen de las reinterpretaciones y críticas que se puedan hacer acerca de “El laberinto de la soledad”, es innegable que haber puesto el dedo sobre la “identidad mexicana”, a la mitad del siglo pasado, fue un gran acierto. Esto es, creo, lo que hace una mente lúcida: dirigir nuestra atención hacia los puntos esenciales.

De los que he leído, el ensayo que más disfruto es “Sor Juana Inés de la Cruz o las trampas de la fe”, un largo, largo análisis de la vida y la obra de la décima musa. Desde mi niñez, ella ha sido una de mis efigies inspiradoras, no tanto por la estética de sus poemas, sino por lo que representa como mujer librepensadora y creativa en un orbe apisonado bajo los prejuicios del patriarcado. Paz me aproximó a sus letras, a la intimidad de su claustro, a su juego de diplomacia, especialmente a su gran poema intelectual, “Primero sueño”, lo que él define como un “sueño de Anábasis”, aquel donde el ama viaja mientras el cuerpo duerme. ¿Acaso Paz inventó a Sor Juana del mismo modo en que Baudelaire inventó a Poe?


¿Quién soy yo para juzgar la validez de su filosofía, o, incluso, la fuerza de su poesía? ¡Que cada lector labre sus conceptos! Hoy reconozco que, más allá de su fama, por esa sustancia pura de sus letras, Octavio Paz ha contribuido a darme una visión del mundo.

1 comentario:

  1. Querida Marisol:

    Indudablemente la producción ensayística de Octavio Paz nos presenta una amplia visión del arte y la literatura, incluso de la sociología mexicana. Por lo general he escuchado que su poesía es compleja e incomprensible. Tal vez no sea literatura para las masas pero bien nos define el concepto real de poesía y palabra, de poeta y entidad. Yo he disfrutado muchísimo la lectura de la obra de este gran hombre, a quien, desde mi pequeña perspectiva, considero -además de Sor Juana Inés- el escritor más destacado que ha dado México. Celebro que lo leas y celebro leerte.

    Abrazo.

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