Literatura & Psicología

18.3.14

Los autores de mi vida

Publicado en La Razón. Tampico, Tamaulipas, jueves 13 de marzo de 2014.

Cuando era adolescente leía mucho a Gabriel García Márquez, bebí vorazmente las páginas de “Ojos de perro azul”, un volumen de cuentos que llegó a mis manos asignado por mi profesor de redacción en el bachillerato. Creo que fui la única del salón que lo leyó con verdadero gusto. En realidad, el colombiano me había seducido desde la secundaria, con “La increíble y triste historia de la cándida Eréndira y de su abuela desalmada”, lo cual debo a mi profesora de literatura. Sí, a veces (y sólo a veces) los profes tienen el poder de entusiasmarnos con una lectura.

De ahí le seguí con otros volúmenes, pasando por aquello de que el coronel no tiene quien le escriba, hasta que, luego de los veinte, me eché de un trago Cien años de soledad. Pero un buen día algo pasó. Tomé mis viejos libros y no les hallé el mismo sabor. Los personajes habían perdido encanto, los escenarios ya no brillaban igual. Hasta me sentí tentada a cambiar palabras y “corregir” al Nobel colombiano. ¡García Márquez me había mentido!, no era lo que yo creía. Ahora me parecía gastado, redundante a veces y un poco cursi. Me sentí traicionada.

Me aficioné, un tanto, a Fernando Vallejo, ácido y crítico, que en un artículo le dice a su paisano: “Pero no te preocupés por la sintaxis, Gabito, que con las computadoras y el Internet, ¿hoy a quién le importa?”

La acidez de Vallejo, advertido alguna vez de querer atacar a un elefante con un cortauñas, parecía encajar con mis recientes percepciones sobre la literatura. Sin embargo, con el tiempo, algo en él también me chocó, se me hizo excesivo, aunque, reconozco, sus obras han sido para mí una gran lección de gramática.

De a poco me di cuenta de que quien había cambiado era yo. Claro, nuestros intereses y gustos literarios evolucionan, dan giros, mutan. Y creo que mucho de soberbia habría en nosotros si no aceptáramos la deuda que tenemos con los autores que en distintos momentos de nuestra vida nos acompañan.

Leo, por aquí en la red, en una serie de “consejos” para escribir cuentos, que Roberto Bolaño recomienda precisamente leer a García Márquez, al igual que a otros autores como Rulfo y Monterroso. Finalmente, el acto creativo es de lo más subjetivo. Cada quien tendrá a sus indispensables.


“La verdad es que con Edgar Allan Poe todos tendríamos de sobra”, dice el chileno. Pues yo, como él he sido gran lectora de Poe, y a estas alturas de mi vida me doy cuenta de que es uno de esos autores que permanecen, cuya obra evoluciona conmigo en mi imaginario personal. ¿Qué tiene un autor que no tenga otro, que se renueva y se renueva? La búsqueda de la respuesta daría para hacer un largo ensayo. Hay paisajes que siempre veremos con encanto y algunos que vamos dejando. No tiene que ser igual para todos.




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