Literatura & Psicología

26.2.14

Heridas invisibles

Publicado en La Razón. Tampico, Tamaulipas, jueves 27 de febrero de 2014.

Ahora que se acerca el Día internacional de la mujer (8 de marzo) me he puesto a reflexionar (nuevamente) sobre lo que significa, en el siglo XXI, ser parte de este género. Más allá de los clichés que se asocian con la famosa fecha, considero necesario reivindicar la dignidad femenina en un mundo que lleva milenios gobernado por el ojo masculino.

¿Significa esto que los varones no sufren también sus propias luchas, que no son sometidos a esquemas estrechos y marginales? Claro que sí, pero la prioridad por atender al otro lado de la humanidad se justifica con un sencillo razonamiento: todos nosotros citaremos sin esfuerzo numerosos casos de mujeres que han sido violentadas, abusadas sexualmente o discriminadas a causa de su género (o por razones que derivan de éste) en una proporción mucho mayor a la que podríamos citar de hombres agredidos por ellas.

Quizá tengas alguna amiga, pariente o conocida que haya sido despedida de su trabajo por el simple hecho de estar embarazada. Yo misma puedo contar esta experiencia: por ahí de septiembre del año pasado me despidieron de una sociedad de psicólogos, promotora de los derechos humanos (si para ironías no gana una), ¿por qué razón?, ah sí, ¡tenía tres meses de embarazo! Y no, no se trataba de un jefe, sino de una jefa. Vemos entonces un curioso fenómeno de nuestro tiempo: mujeres discriminando a mujeres.

El riesgo, creo, que entraña el enfoque competitivo actual es que ellas se masculinicen, adopten posturas radicales en las que los aspectos cotidianos y normales de la vida sean vistos con menosprecio, o con distancia, en relación a una imagen de progreso o pretendida intelectualidad. 

Volvamos al factor de la violencia. De acuerdo con la Encuesta Nacional sobre la Dinámica de las Relaciones en los Hogares (ENDIREH), en 2011 (consultado en un informe actualizado hace poco más de un mes), en México 47 por ciento de las mujeres de 15 años y más sufrió algún incidente de violencia por parte de su pareja, durante su última relación. Sólo dos de cada diez que vivieron este agravio se acercaron a una autoridad a pedir ayuda (¿y a cuántas habrán ayudado?).

Hay un tipo de agresión invisible, que no deja un moretón en la boca sin embargo lastima la integridad: la coerción psicológica. El maltrato dentro de una relación es como un fantasma que va, de a poco, alterando el sentido de la realidad. Para quien lo ve desde afuera parece sencilla la solución; por dentro es como una jaula en la que no entra la luz.


Pero la violencia parece ir ligada a la testosterona y aun a la naturaleza humana. Tal vez debamos recurrir a medias ingeniosas como la Lisístrata, de Aristófanes, que encabezó una huelga sexual para acabar con la guerra, ¿no lo crees? 


No hay comentarios:

Publicar un comentario