Literatura & Psicología

7.1.14

Adiós al maestro Jorge Yapur Sherife


Publicado en La Razón. Tampico, Tamaulipas, enero de 2014.
 La primera vez que lo vi, andaba inaugurando mis ventitantos; no me viene a la memoria el evento, pero fue en la Casa de la Cultura de Tampico, seguramente en invierno, pues lo recuerdo con un abrigo y un gorro apelambrados, caminando muy erguido, con un brillo intenso en los ojos. En ese entonces –a principios de la década pasada– yo era una joven que veía tímidamente a los pintores y escritores del puerto como rodeados por un halo de singularidad. No hablaría con él hasta fines de 2006, cuando me correspondió estar al pendiente de su colaboración en la revista “Saloma”.

Me habían contado algunas cosas sobre Jorge Yapur, como que “no era fácil de tratar”; supongo que siempre hay leyendas urbanas alrededor de los artistas –también supongo que algo de realidad llevan. Cierto es que se portó bastante amable conmigo, encantador, diría. Oriundo de Ciudad Madero y figura angular de la esfera cultural en Tampico, lo más distintivo de él era el gran orgullo que sentía por haber nacido y vivir en la Huasteca. Me habló, muy emocionado, acerca de su trabajo, neohuastequismo –que es como había denominado la corriente estética que manejaba– y me invitó a conocer su estudio, en su casa –visita que quedó pendiente, pues el día que tomé el micro para llegar, me encontré a Yapur ahí mismo, bajándose del camión.

Los ojos de Jorge resplandecían al hablar sobre la cultura Huasteca, el legado de “nuestros ancestros”, decía a cada momento. Cuando lo entrevisté para “Anábasis”, una revista que en esos días me encargaba de editar, me habló del origen libanés de sus padres, y de cómo había empezado tempranamente a interesarse por las artes plásticas, cuya máxima expresión encontraría en el Huastequismo. Mi entrevista consistía en una sola pregunta, libre, pero Jorge tuvo la cortesía de dedicarme un largo tiempo, con un enfoque crítico; hacía hincapié en que un pintor tiene la obligación de estar instruido, para no cometer barbaridades, como alguna vez las cometió Diego Rivera; “no basta con tener técnica, también se debe ser una persona culta”. Se mostraba seguro de la trascendencia de su trabajo, ya que no consistía simplemente en copiar la realidad, sino en hacer una reinterpretación de la estética huasteca, con técnicas contemporáneas. “Hay muchos que andan por ahí haciendo retratitos –dijo–, pero eso ya está superado”.  Me obsequió uno de sus zimcayales (voz huasteca que significa “hechizados”), “cuídalo mucho –me dijo–, es algo muy valioso”, y hasta ahora lo he traído conmigo en todas mis mudanzas.

El domingo pasado, cuando leí que Jorge Yapur había dejado este plano existencial, sentí en mi interior un hueco, del mismo modo que lo habrá sentido la comunidad cultural de Tamaulipas. La última vez que lo vi, me dio la mano y me dijo: “Que Dios te bendiga”. Descansa en paz, maestro, ya reposa tu alma en esta tierra que tanto amaste en vida y que seguirá floreciendo con tus imágenes.
 
Imagen: "Zimcayales", Jorge Yapur, 2007.

1 comentario:

  1. Para los que tuvimos la suerte de convivir, hablar y ser tocados por el arte del Maestro Yapur...

    Gracias por este post.

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