Publicado en La Razón. Tampico, Tamaulipas, miércoles 18 de diciembre de 2013.
Fue,
lo que diríamos, una presentación express. Queríamos, ya, desde hace algún tiempo, Erika Said y una servidora, presentar
el libro iPoems en Estación Palabra, Nuevo Laredo, y el sábado pasado este
deseo se materializó. Luego de una semana ajetreada en la que apenas vi tierra
firme, saltando de un autobús a otro, llegué, creo, en el minuto exacto de la
cita, en esa hora casi crepuscular donde el día va cediendo su territorio a la
noche. Pensé venir demorada hasta que vi que la autora aún no había podido
arribar: estaba varada en el puente.
¿Es Erika una escritora fronteriza? No
pretendo etiquetar su obra porque considero que las etiquetas matan las
posibilidades, sin embargo si no nos ponemos extremistas obtendremos de ellas
una referencia válida. No sé con certeza hacia dónde se dirigirán sus textos en
el futuro pero me atrevo a pensar que siempre habrá lo que en éste, su primer poemario,
he descubierto: una línea tensándose entre distintas fronteras: las de la edad
(la Erika niña y la Erika anciana); las
geográficas (la que va y viene cargada de libros y sueños de México a Estados
Unidos); las estéticas (la rockera y la poeta); las existenciales (la que se
debate entre las cosas “normales” y la pulsión artística).
Nada demasiado formal, “vamos a hacerlo
comentado” dijo Erika, sentada junto a mí en el sillón; ya tendrían los
espectadores la oportunidad de leer el prólogo después, claro, si compraban el
libro –si la memoria no me engaña, a un módico precio de 50 pesos, ¡una ganga!,
considerando el trabajo literario y la labor editorial de Ediciones El Humo.
Tras la breve introducción dada por Juan
Miguel Pérez, expuse algunas de mis impresiones sobre iPoems y recordé las
palabras de la poeta chilena Carmen Berenguer, la importancia de que un autor tenga
una firma, es decir, que pueda firmar sobre un libro suyo, porque en ese
momento nace, ante la sociedad como figura institucional (no quiero decir con
esto que publicar sea un requisito para ser artista, sino una tarjeta de
presentación frente a los demás).
Erika inició su lectura con “Genealogía
femenina”, dedicado a las dos mujeres angulares de su familia: Beatriz
Izaguirre y Jessica Said (fue la primera vez que lo leía frente a su madre). De
ahí fue ofreciéndonos sonoridades y recuerdos de distintas épocas, imágenes cotidianas,
oníricas, cibernéticas, musicales (cantando entonada sus epígrafes).
Sin duda, esta poeta hallará otras
fronteras que serán savia de nuevas metáforas; otros puentes que cruzar, como
el que tiende entre nosotros y su mundo a través de una sensible dedicatoria:
“para mi papá, que me enseñó a amar la poesía”.
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