Literatura & Psicología

27.8.12

El ocio creativo

Publicado en La Razón. Tampico, Tamaulipas. Miércoles 15 de agosto de 2012.


El ser humano, de ninguna manera es el único animal que utiliza herramientas para modificar su ambiente. Los simios, por ejemplo, y algunas aves también lo hacen. Las hormigas son capaces de construir “ciudades” que incluyen campos de cultivo, áreas para el cuidado de las crías y cámaras de aire para protegerse de las inundaciones; incluso cuidan y “ordeñan” cierto tipo de larvas de otra especie para obtener de ellas un fluido que les resulta agradable al gusto, digamos, tienen su propio ganado.
     Sin embargo todas las especies, a excepción de la nuestra, viven centradas en la subsistencia diaria. Cuando hace un poco más de diez mil años el simio desnudo, a través de la agricultura y de la domesticación de otros animales, logró producir una buena cantidad de comida por encima del mínimo de sobrevivencia, pudo liberar a varios individuos para realizar actividades que no estaban directamente relacionadas con la obtención de alimento y refugio. Entonces surgieron los sacerdotes, los comerciantes, los soldados, los educadores, los científicos. Y claro, los artistas, ¿qué oficio hay menos utilitario en nuestra sociedad?
      Existen pinturas rupestres y figuras talladas en roca datadas en más de treinta mil años; podríamos argüir que la necesidad estética existe en el ser humano desde épocas antiquísimas, pero estos primeros atisbos de arte no se convirtieron en auténticas exploraciones de la belleza de las formas y los colores hasta que hubo lugar para el ocio.
      Este tiempo libre, para volverse fuente de creatividad, debe estar equilibrado con un espíritu de lucha. Por ejemplo, las primeras civilizaciones surgieron en zonas como Mesopotamia y Egipto, donde las condiciones naturales eran lo suficientemente adversas para que existiera una necesidad de cambio, pero no tanto como para frustrar los intentos de cultivo y ganadería.
      El investigador mexicano Rogelio Díaz Guerrero apunta que es la clase media la que regularmente tiene mayor orientación hacia el logro, porque está situada en ese punto intermedio donde se tiene suficiente necesidad de mejorar la situación de vida y, al mismo tiempo, cuenta con los recursos para ir generando modificaciones. La pobreza extrema difícilmente deja tiempo a las personas para la filosofía, la ciencia o el arte (aunque, irónicamente, no falten ejemplos de científicos y artistas hechos en estas circunstancias); la clase alta, por otro lado, no sentirá la urgencia del cambio.
      ¿Y el arte, va dirigido a cambiar la situación de vida como la tecnología? Ciertamente no, en un sentido pragmático, pero sí modifica, altera, mueve nuestro ambiente y, sobre todo, nuestro ser interno.
     La creatividad no sólo se aplica a las ciencias o a las artes, sino a nuestra vida cotidiana y al ejercicio de nuestro trabajo. El psicoanalista estadounidense, de origen alemán, Erik Erikson recomendaba a los jóvenes no tomarse con tanta prisa la elección de una carrera o de un status quo, sino darse tiempo para “pensar”. Sugería especialmente el viaje como forma de descubrir la identidad. Él mismo, antes de ser un reconocido investigado de la naturaleza humana y de desarrollar su teoría psicosocial, se dedicó a tomar clases de arte y vagabundear por Europa, durmiendo a menudo bajo los puentes.
      Paradójicamente vivimos en una sociedad de consumo en la que abunda el ocio y no se ve tanta creatividad como cabría esperar. Hace falta algo que nos  equilibre el espíritu de lucha y que, los hombres y mujeres talentosos tengan espacios libres, tiempo para perder el tiempo.


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